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The Puerto Rican Literature Project The Puerto Rican Literature Project

English translation coming soon.

Antonia - La mano joven

Edgardo Quiles

1973

Prólogo:

¡Anoche hermano, mataron a 

Antonia Martínez!

¡Madre. Padre. Mataron a

Antonia Martínez!

 

Antonia. Antonia. Antonia Martínez.

Te cantaremos como un 

salmo emanado de las rosas.

 

Estas calles desiertas 

con el poderío del miedo 

arrastra un recuerdo 

al hospital 

donde mueren tus lágrimas.

 

El recuerdo de Antonia:

 

Tenía diez y nueve.

Diez y nueve búsquedas de 

duración sorprendidas.

Y dos años más que eran 

serenos, 

así como sus gestos, 

alegres como su risa 

y rápidos como sus 

movimientos.

 

Antonia. Antonia.

Volverás a enseñarnos el camino de la libertad.

Quien no se educa en tí Antonia 

no tiene raíces de felicidad.

Quien no vive en tí, Antonia 

arde bañado de sangre.

 

Eso y mil veces y otras tan-

tas veces tu nombre Antonia. 

Antonia Martínez Lagares 

Antonia Martínez Lagares

Antonia Martínez Lagares.

Joven estudiante Asesinada.

¿Por qué tú, Antonia, sólo tú? 

-y las veces y noticias que 

te callaron en una regla 

-y te extendieron en los ríos 

-y te tejieron con guajanas 

-y el maíz espera para empol-

var tu leche de muerta 

-y nadie más espera 

¿Quién fue por tí, Antonia, 

y por toda tu alegría?

 

Antonia Martínez Lagares.

la joven ultimada. . .

la joven abaleada. . .

la estudiante asesinada. . .

la estudiante muerta. . .

Asesinada. Muerta.

Aseseinada. Muerta. 

Antonia. Antonia. Antonia

¡Ya no habrá paz en la tierra!

 

Fuego en el campus:

 

Todavía existe el déspota

que te cubrió en fragmentos

de manos monocordes.

Reniega del silencio que

te han dado, Antonia,

y desgarra ese grillo sobre

el cráneo que pulido tu desventura.

Remuérdeles las conciencias con tu recuerdo.

No lo dejes descansar en paz.

 

Tus palabras de: Asesino Asesino

te llovió de la rabia de tus manos.

De momento tu boca sentiría

aquel sabor a hierro y sangre;

aquel amargo moho empapado

en pólvora y azufre.

En tus ojos arqueados de dolor 

vi acabarse nuestra noche.

 

¡El campus sublevado!

Surgieron en metralla

aquellas voces …

…voces que marchaban

…voces que aplastaban

…voces que piafaban

 

Tu tendrás que recordar

madre, lo angustioso de unas veces

que se atragantan como

plomo en las entrañas;

el sonido de tiros que enlo-

quecen en las sienes.

 

Aun lo recuerdas

¡Son golpes de fusiles contra el estudiantado!

Ayer fue en la Argentina,

Colombia y Tlatelolco.

¡Y ahora en Puerto Rico!

Pero América despierta.

De pie y alerta avanza

a desollarle la máscara 

a los verdugos.

Eso.

Y nosotros;

la juventud en rotación

de confianza espera.

Eso. Espera. 

 

¡Y ahora en Puerto Rico!

-un cuerpo femenino y simple

-un rostro como una flor heráldica

-una nebulosa indecifrable

de formas y palabras

eran a un tiempo rostro y espacio.

Rostro hecho flores malvas

en la delantera de las manos.

Espacio hecho hacia la muerte

en la delantera de las balas.

 ¡OIDME BIEN!

En la delantera de las balas.

 

Se escuchaba

se veía esta anzada

bajo una lluvia rota de macanas.

Através de cabezas a-

agrietadas de herida

en forma despiadada

cruel y asesina.

¡Sí! Asesina contra la juventud que lucha.

Contra la verdadera

juventud.

Eso.

 

Esta avanzada de crimen

destripaba las mentes

de los guardias.

Esas escleróticas conciencias

vestidas con botas en-

fanjadas.

Recias botas para aplastar

los pies descalzos

de los obreros pobres.

Esos harapientos de 

corazón.

y podridos de brutalidad;

esos hambrientos de

carne estudiantil,

dispararon.

¡Dispararon y mataron!

 

Una sola bala.

En la bala va la lepra

de la represión colonial.

(Caiga el peso de la jus-

ticia sobre los culpables)

Eso.

En la bala va la sangre,

la carne de Antonia.

(Caiga sobre la carne de

los culpables la venganza)

Eso.

Pero nadie de mis amigos

quiere oirme.

Si lloran;

hipócritas,

pero no quieren oirme.

Me miran con unos ojos apurados

y abiertos como una catarata

de espanto

pero no quieren oirme.

Dilatan sus pupilas como

gigantezcas catedrales

sordas pero sin oídos.

Me dan la espalda

lloran

pero no quieren oírme.

 

En medio de la jauría

entre perros y policías

ladrando confundidos

me dirijo al pueblo…

sonaron disparos de revolver

muchos acribillados a macanazos,

se desangran sus labios

y sus sienes.

La travesía de tanto

cuerpo herido.

El enjambre de estatuas observando.

 

Por otro lado

la gorilada de belfos asesinos

continúa sonriendo.

Las carcajadas de anormales

víctimas pasan escupiendo.

¡Tanto esfuerzo y lucha irreparable!

¡Basta solo un instante para

que los cuernos de los brutos

nos mutilen, corten y masacren!

Eso.

Eso!

 

Cuando llega el dolor,

doblándose tembloroso

a nuestros pies,

quedamos abandonados.

En esta triste hora

llena de luz amarga

llena de humillación, 

vamos al verdadero

tiempo de la vida.

Vamos al pueblo.

Al corazón mismo de la patria;

al campesino callado;

al trabajador explotado en la fábrica.

 

La mano joven:

 

Llega la hora

como alfileres cronológicos

ávidos de ultrajar la jóven mano estudiantil.

La joven mano

que es vez de libertad.

La joven mano

que es poesía de protesta.

La joven mano

que lucha y trabaja con justicia.

La joven mano

Levantada dignamente

contra las ratas coloniales.

Contra el billetero fornicado;

contra la mentira de los periódicos,

contra la esclavitud de nuestra juventud,

contra el abuso de nuestros pobres,

contra el silencio sepulcral de nuestra iglesia

contra el robo, saqueo y despilfarro de nuestro patrimonio;

contra toda la maldad en la vida.

 

La joven mano adolorida

castigará con el látigo de la verdad.

Todo este dolor

requiere su final antes

que venga el ocaso de la lucha.

Y juro que mascarán

cada abuso,

cada angustia

hasta envenenarse ellos mismos;

los culpables sufrirán venganza.

 

Y la mano joven

se levantará…

será tu voz

y grito Antonia.

 

Epílogo:

 

¡Vuelve Antonia!

Vuelve a imponer tu

Ardiente silencio.

Invítanos a gritar

y a despreciar a

aquellos que te

silenciaron.

 

Invítanos a rugir,

y a escupir con sequedad y coraje

aquellas tus palabras

al infausto gendarme:

¡”ASESINO ASESINO ASESINO”!

¡”ASESINOS ASESINOS ASESINOS”!

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