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English translation coming soon.

[Dicen los libros inmortales...]

Manuel Ramos Otero

1980

Dicen los libros inmortales que fue mortal

(mitad mujer maravillosa) la insaciable Moineau.

Uno de los jeroglíficos prohibidos del Urdur

la llama “Ruin Señora de la Playa Perpétua de Anímone”

o “Ruiseñor Avido del Jugo de la Salamandra”

y traza su viaje de la muerte hasta las polvorosas

catacumbas del salitroso islote de San Juan.

Cuando llueve, la erosión del mar inunda

su tumba con caballitos de mar, fetos nómadas

de la Ballena Blanca y babosos tentáculos de pulpo.

Por ella edificáronse hoteles subterráneos donde se

celebraban fastuosas fiestas a la Falange Criolla,

y en más de una ocasión, sus pechos,

tatuados con las negras dalias del destino,

fueron oráculo de espiritistas guerreras

o lunas terrenales de los hombres.

Dicen quel fiel y frágil Borges la conoció en un barco.

 

En las ruinas indígenas de Guayanillas nace Marina

Arzola vestida de negro noche sola y racimos de uvas

enmarañando el pelo. Ya conoce la muerte de antemano.

Las plazas desoladas de los pueblos. El amante invisible

del poeta. El poema prohibido que nunca escribirá.

Me imagino que rosas y heliotropos eternos en su selva.

Me imagino que no esperaba encontrarse el homenaje

de su rostro en bronce al subir la ciudad del comentario.

Me imagino que fantasmalmente flaca trataba de parecerse

al trigo, que su nariz de garfio era un ancla en el aire,

que siempre la sombra de Marina Arzola tuvo traje de luto.

Hoy habrá regresado por los hilos al centro luminoso de la

Araña, como Eva, como Pandora, como la luna de Cáncer.

 

Para llegarse al tiempo tienen que retornar los muertos.

Los queridos amigos del infierno tienen que amar el fuego

como nosotros conocemos los colores absurdos de la soledad.

Del cementerio de la Norzagaray ya no hay salida, parece

que es domingo por las lanzas y puñales enmohecidos, por

las caretas del carnaval, por las chiringas de sangre

desgarradas al viento. El mar es un teatro de náufragos.

Las manos achicharran adioses detrás de las persianas,

panderetas de paja para el último sol de los balcones.

Que dicen quel futuro caminará la calle, que dicen que

la gente lo dejará que pase, que otra vez las mujeres

inventarán los dioses y parirán sus sombras, y la frontera

roja caerá mutilando las manos amorosas del mago y el poeta.

Rights: Manuel Ramos Otero; Arte Público Press