No lo esperes
Bajo el sol implacable del destino
hallé la vida para mí tan dura
que al agua espiritual de tu ternura
le debo no haber muerto en el camino.
Tú saciaste mi sed de peregrino,
y ávido el labio todavía apura
en el vaso exhausto de dulzura
la última gota que del fondo vino.
¿He de seguir la ruta interrumpida?
Hay algo en tu silencio que lo advierte…
Mas si tu alma sin piedad me olvida
bajo el sol implacable de mi suerte
¡no he de pedir el agua de la vida
a quien me da la sed para la muerte!
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