A ti, hombre pequeñito
Por siglos ordeñaste el fuego,
rompiste la tierra
y colocaste la planta de tus pies
sobre la cabeza de Pachamama.
Con el puño le brotaste hijos
que extendieron tu poderío
sin reglas ni canales
que alinearan las correntías
del dominio que osas poseer.
Tu piel adelgazó
y aquella fuerza que te alzaba
a la altura de los astros
se fue desvaneciendo.
Nada como el tiempo
para reclamar lo que le fue hurtado.
La madre tierra crecía bajo tus pies
expandiendo su belleza
hasta bordearte,
cubrirte y amamantarte.
¿Y ahora?
¿quién es más fuerte?
¿quién es alfarero?
¿dónde quedó el poder?
Tus pies
pisan la piel de Mama Pacha pero
ella te acuna como a un bebé.
Eres átomo de polvo y
ella universo,
galaxia,
monte,
madre,
mujer.