Skip to main content

The Puerto Rican Literature Project The Puerto Rican Literature Project

English translation coming soon.

La vieja torre

Martín J. Travieso

1903

De entre los muros de la Iglesia Santa

donde el cristiano a posternarse corre,

altina al cielo la cerviz levanta

ruinosa y negra y olvidada torre.

 

Atroz fantasma de la noche umbría

gigante o monstruoso su mirar parece;

abandonada de la tarde y día,

consuelo alguno a su dolor se ofrece.

 

Inconsolable su tristeza llora

cubierta siempre de aflicción y luto,

mirando al pueblo que a sus plantas mora,

la faz alegre por su llanto enjuto…

 

Jamás tus muros ostentaron galas, 

ni de relieves tu cornisa orlaron.

Pájaro audaz, a quien vistieron de alas,

y sin plumaje a caminar lanzaron…

 

Ni allá en tu calva descubierta y fría,

estatua alguna ni jarrón pusieron;

al sol expuesta por tu mal te hubieron,

y a los rigores de la noche umbría.

 

Tu suerte llora, abatimiento y mengua,

volviendo al cielo tus cansados ojos.

El infeliz para pedir no ha lengua,

y causa, airada, su presencia enojos.

 

Levanta, empero, tu abatida frente

narrando al pueblo que vegeta al pie,

si la tormenta o el temblor rugiente

dañar pudieron tu arrogancia y fe.

 

Y si, no obstante la fatal tristura,

en esas fiestas del placer mundanas,

mostrar te vieron sin igual ventura,

con el estruendo de tus tres campanas.

 

Y cuando ansiosa, la traidora muerte

robara al padre, al hermano, al hijo,

mostrar te vieron tu pesar inerte,

con tierno afán, con interés prolijo.

 

II

 

Aun conservo yo en la mente

recuerdos de ti halagüeños;

entonces tranquilamente

mi vida corrió entre sueños

como entre juncos la frente…

 

¡Cuántas veces, siendo niño,

el estudio abandonado,

a tu cúpula trepando

iba en pos de tu cariño,

los peligros olvidando!

 

¡Y tus anchos escalones

cuál presuroso salvara,

despreciando las visiones

que la claridad causara

en tus oscuros rincones!

 

¿Y no te acuerdas del viento

cuál bramada furibundo,

remedando el ronco acento

de un cadáver macilento

al despedirse del mundo?

 

¿Y las veces que, en tu altura,

contemplaba indiferente,

el transitar de la gente

y la variada pintura

de esa ciudad inocente?

 

Y en la tranquila mañana,

¿no te acuerdas cuando allí

to tocaba la campana,

por el que en hora temprana

finó su existencia aquí?...

 

Y con sencilla, alegría

cinco golpes yo le daba,

y hasta cinco repetía,

y la campana mostraba

del que muriera, aquel día.

 

Entonces ¡ay!, inocente,

sólo placer y ventura

yo gozaba blandamente;

hoy el dolor y tristura

han marchitado mi frente.

 

Y ya ese ronco tañido

me cubre de negro espanto,

y al recordarle, afligido,

lanza mi pecho un quejido,

y mis ojos riega el llano.

 

III

 

–¡Oh, triste, sola y descuidada torre! :

guarda tus sombras y también mi historia,

y al pueblo deja, que a tus plantas corre,

tu afán descuide, tu interés, tu gloria.

 

Que tu campana clamoreando en tanto,

verdades grandes mostrará cuitada;

¡que es todo ruinas y miseria y nada,

cuanto cobija de la tierra el manto…!

Rights: Public domain