Sobre el blanco cendal
Sobre el blanco cendal que te envolvía
Reflejaban la luz albos destellos,
Que el dorado sutil de tus cabellos
En haz de resplandores convertía.
Nada en la quieta estancia se movía;
La paz reinaba entre sus muros bellos,
Y la nieve cayendo junto a ellos,
Su solemne silencio engrandecía.
Tu alma estaba con Dios en esa hora
En que tu ruego ardiente penetraba
La región celestial donde el bien mora.
Y la fe inextinguible que no acaba
Cuando una madre la clemencia implora,
Nimbo glorioso a tu oración prestaba.
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