Romance del soldado muerto
¡De rodillas cae el cielo
ante el dolor de una madre!
¡Su luto no es pasajero,
es luto de eternidades!
Dios te salve, madre fuerte,
porque tu angustia es muy grande,
porque tienes en el pecho
tus recuerdos de puñales.
Tu niño, aquél que mecían
tus brazos blancos de esmalte,
el que bebió de tus senos
leche tibia, amor y sangre,
el que te daba caricias,
deseos de sabor de carne,
el que llenó tu alcancía
de muchas felicidades,
el que llenaba tus ojos
de unas lágrimas fugaces,
el que te dió todo el oro
de su sonrisa de arcángel.
¡Ese se encuentra pudriéndose
en la entraña de otra madre,
en la entraña de la tierra
bajo unos lirios fragantes!
Cayó en el campo de guerra
que bendijo con su sangre,
con noble perfil de héroe
y fragilidad de naipe.
Regó la sangre enemiga
en los campos de combate,
y arropado en su bandera
cayó en la noche insondable,
en la noche de la muerte,
de la que no vuelve nadie,
y le cruzaron las manos
frías como dos metales,
y ahora de sus nobles restos
lirios y amapolas nacen.
Sus huesos junto al fusil
cantan requiescat in pace.
Humilde cruz de madera
dialogando con el aire
dice cómo murió tu hijo,
madre fuerte, triste madre,
y al ver tu dolor inmenso
quiso el cielo arrodillarse.
Tu luto no es pasajero,
es luto de eternidades!
Madre que tienes clavados
los recuerdos en tu carne,
que tus brazos amorosos
tendidos en las noches abres
buscando una sombra amada
que también quiere abrazarte,
sombra cubierta de heridas
por donde escapa tu sangre,
cuando miras esa sombra
gritas con voz ululante:
“¡Hijo mío! ¡Dame besos,
besos de sabor de carne!
¡Bebe el jugo de mis senos
que quiero resucitarte!”
Pero la sombra se va
hacia donde nadie sabe
y en su noche de amarguras
y luto de eternidades
como una estatua de piedra
queda llorando la madre,
y sus palabras gotean
en el silencio cobarde:
“Hijo mío, hijo mío!
¡Besos y caricias dame!”
Y solo responde el viento:
“¡Dios te salve; Dios te salve!”
¡Tu luto no es pasajero,
es luto de eternidade,
de rodillas cae el cielo
ante el dolor de esa madre!
Y en Sicilia, bajo el polvo,
bajo los lirios fragantes,
estremecen unos huesos
los sollozos de una madre!