Te he visto llorar
Yo te he visto llorar… De tus pupilas,
veladas por recónditas tristezas,
ha brotado el dolor, dolor del alma,
en gotas de irisada transparencia.
Yo te he visto llorar, y no he sentido
al contemplar las cristalinas perlas
que caían del cielo de tu vida
sobre la blanca flor de tu pureza
pesar en tus pesares ignorados
mis penas en tus pensas.
La envidia me asaltó, ruin y cobarde;
pero una envidia intensa…
¡es tan dulce sentir que los dolores
convertidos en lágrimas nos dejan,
si el alma, delirando con la dicha,
ante el dulce recuerdo se posterna,
que envidio los recónditos pesares
que conturban tu cándida inocencia!
¡Dichosa tú que puedes los dolores
diluir en el llanto, como perlas
arrancadas por Dios a la corona
que luce la gentil Naturaleza,
para adornar la flor que en los jardines
al beso de la Aurora se despierta!
¡Las lágrimas son gotas de rocío
con que exorna el Señor las almas buenas!