La canción de la vida
Del castillo, en el regio salón,
hay un piano en silencio olvidado,
que en sus cuerdas de todo afinado
atesora una dulce canción.
Una dulce canción que sabía
en su infancia la buena abuelita.
(En la edad de la Caperucita,
cuando el alma de todo reía).
Y con mano de artista, la nieta,
interpreta sus notas ahora,
y la abuela al oirlas añora
de su vida la historia completa.
Cuando niña iba al prado a jugar
escuchando ese canto de infancia
que la trae la bendita fragancia
del ayer: sus muñecas… su hogar…
Le memora los plácidos días
de su ardiente y feliz juventud;
de la edad de la loca inquietud,
bailes, fiesta, perfume, alegrías..
¡Cuántas veces oyendo ese son
de sutil y melódico acento
un latido de amores sediento
preludió en su gentil corazón!
¡Oh el amor de los días que fueron!
Lo feliz, la existencia, que era
en los días de la Primavera…!
¡Oh los días que ya se murieron!
¡Cómo llora la pobre abuelita
escuchando la vieja canción,
deshojada por un corazón
juvenil, como una margarita!
Eres la nieta que arranca del piano
sus arpegios, en suave temblor,
bajo el beso ideal de su amor,
con segura y artística mano.
Es la vieja canción de la vida,
la que todos oyeron y oímos,
la que Hoy dulce y alegre sentimos,
y Mañana… doliente, afligida…
Es la eterna canción del Humano…
(Hoy perfumes, caricias, amor;
y Mañana, tristezas, dolor)
Lo distinto, al sonar, es el piano,
que solloza sus lánguidas notas;
lo distinto es la artística mano
que evocando su acento lejano
rememora existencias remotas…
Del castillo, en el regio salón,
hay un piano en silencio olvidado
que en sus cuerdas de tono afinado
atesora una eterna canción.