En voz baja
¡Ah! Nó, no te lo digo, en esta lucha,
como armadura de combate, tengo,
un corazón, en el pesar templado
y una inflexible voluntad de hierro.
Prófugo de mi alma, mi cariño
llegó hasta ti con ánimo resuelto
pero al mandato de mi orgullo, pronto
volvió sumiso á mi angustiado pecho.
Aquí vive, impaciente, lidia en vano
por fugarse del duro cautiverio;
yo le corté las alas y es inútil
que torpe quiera levantar su vuelo.
Vive ignorada mi pasión ardiente,
porque nació del amoroso incendio
surgido del fulgor de tus pupilas
que inflaman y destruyen, como el fuego.
No quieras tú saber, lo que me callo,
Pues en mi rudo batallar, prefiero,
Al sinsabor de tu desdén injusto,
Morir desesperado en el silencio.
Yo puedo verte siempre; aunque te ocultes,
Vives, á tu pesar, en mi recuerdo
Y vivirás… de noche, al acostarme,
Evocando tu imagen mucho tiempo
Logro que vengas, á mi amor propicia,
en los castos idilios de mi sueño.
Y sábelo…. Yo quiero que lo sepas;
aunque ruja, envidioso, el mundo entero:
“te acerco con fruición, hacia mi alma
Y te cubro de abrazos y de besos.”
¿Mi corazón?.... mi corazón, es mío,
Y está subordinado á mi cerebro;
Tú no confundas el amor de un hombre,
Con la pasión ridícula de un necio.
En resumen: por mucho que te ame,
y que te amo, á mi pesar, es cierto,
no seré yo quien te lo diga nunca….!
y…. que lo escuches, en voz baja, quiero:
“con tu modo de ser…. con tus desvíos,
con tu reserva, con tu adusto ceño,
no me pareces tú…. pareces otra,
cuando yo, cariñoso, te me acerco;
y todas estas cosas, atormentan
á mi abatido corazón enfermo.
Bien…. como justo desagravio, altivo,
Respondo, á tu desdén, con mi desprecio.