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English translation coming soon.

4 de Julio

Francisco Cervoni Gely

1920

 

Pueblo gigante que jugaste un día

tu vida de la suerte á los azares

y que en lucha bravía,

hiciste descender la tiranía

herida en sus cimientos seculares

que en su dominio mismo,

grande epopeya de inmortal ejemplo,

los tiranos hundiste en el abismo,

filisteos del error y el despotismo

muertos bajo las ruinas de su templo;

no te detengas hoy; la inmensa lumbre

del placer no la extinga helado cierzo

que por algo te encuentras en la cumbre

sin más auxilio que tu propio esfuerzo;

por algo destrozaste en mil pedazos

la cadena en la faz de tu verdugo,

supiste desatar todos los lazos

y triturar, furioso, entre tus brazos,

el yugo secular, el torpe yugo;

por algo te lanzaste á la pelea

que te dió el lauro de inmortal victoria,

combinaste el acero con la tea

en lucha desigual, sin otra idea

que vivir libre ó sucumbir con gloria;

y un pueblo que su sangre nombremente

dió por su libertad y con nobleza

rinde culto, orgulloso y consecuente,

al albor de su espléndido presente,

á la cuna feliz de su grandeza;

y del recuerdo ante la inmensa pira

eleva al cielo místicas canciones,

pueblo es cuya grandeza nunca expira,

á quien el mundo con respeto admira

y Dios derrama en él sus bendiciones.

 

No te detengas: á tus pies la fama

es de tu hermosa redención testigo;

Dios satisfecho de tu ideal aclama,

bendice tu misión y va contigo;

no se mezcle la voz de tus clarines

con el triste lamento

del esclavo incapaz de nobles fines,

ni mengüen el rumor de tus festines

los continuos bostezos del hambriento;

no hieran ni perciban tu oídos

las reticencias del rumor insano,

ni turben el placer de sus sentidos

el grito de los pueblos oprimidos

ni los clamores del dolor humano.

 

¿Acaso el mar detiene su oleaje

á los gritos del náufrago que implora?

¿Acaso es un ultraje

que la llama voraz, desoladora,

no se detenga ante el fatal presagio,

de destruir lo que causando asombro

sufrió de enteros siglos el contagio?

¡Pasa sereno el mar sobre el naufragio!

¡La llama es impasible ante el escombro!

 

Marcha adelante; sordo á los clamores

que el pueblo lanza en su dolor profundo;

si al mundo no importan tus dolores,

no te importe el dolor que sufre el mundo.

 

Es invariable ley del egoísmo,

mirar, estóico, la desgracia agena,

aislarse en la grandeza de sí mismo.

 

¡Pueblos atados con la vil cadena!

no espereis, impasibles, que descienda

como el maná la libertad del cielo,

que no es la libertad una prebenda

con que se premia la inacción.

 

El velo

que cubre, fiel, la libertad sagrada,

como en estuche el fecundante grano,

hay que rasgarlo, en bélica oleada

con el cortante filo de la espada,

atrevido y audaz, fusil en mano.

 

Infeliz del que abrigue la esperanza

que ha de llegar la libertad, al cabo,

de los grandes oprobios en venganza,

compadecida del clamor que lanza

en sus tristezas el hogar esclavo.

 

Infeliz del humilde que de hinojos

envilecida posición del paria,

eleva al cielo sus nublados ojos

y, por su libertad, una plegaria

murmura entre medrosas convulsiones

del civismo en desdoro y en despecho;

la libertad no gusta de oraciones

cuando no las pronuncian los cañones

en el altar hermoso del derecho.

 

No te detengas; el progreso humano,

carro de luz que por el mundo rueda,

avanza soberano

y, aplasta, sin piedad, como á un gusano,

al que en la marcha proseguir no pueda.

 

¡Desgraciado del débil que no tiene

fuerza para la inmensa trayectoria

y en mitad del camino se detiene . . . !

muere aplastado y ni siquiera viene

á recoger sus lágrimas la historia.

 

¿El débil dije? No. Es el cobarde

en la molicie y servidumbre abyecto;

en sus arterias el valor no arde

para afrontar las glorias del trayecto;

es el esclavo que en la paz serena

de la abyección inicua, deprimente;

con la impotencia excusa su honda pena

y soporta, impasible, la cadena,

y humilde baja la abatida frente.

 

¡Luchar! ¡Luchar! ¡Luchar! tal es el reto

que el destino, inmutable, al mundo lanza.

en la lucha divina está el secreto

que oculta el bienestar y la esperanza.

 

El pueblo que sumiso y aterido

deja al azar del porvenir la suerte,

perecerá, como átomo, barrido

por las ráfagas frías de la muerte.

 

Y sin dejar de su infeliz memoria

huellas que al mundo de su honor convenza

huellas que al mundo de su horror convenza

tal vez lo cite la implacable historia . . . !

¡cómo una mancha de la humana escoria!

¡cómo un girón de oprobio y de vergüenza!

Cervoni Gely, Francisco. "4 de Julio." Poetas puertorriqueños: Selectas composiciones líricas, edited by María Luisa de Angelis, San Juan, 1920, pp. 83-6, Colección Puertorriqueña, Biblioteca Lázaro, Universidad de Puerto Rico, Río Piedras.

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