¡Peligrosa!
¿Por qué recorres el derrotero
que tantas veces cruzo yo al día…?
¿Quién te dirige por mi sendero,
Oh, princesita del alma mía?
¿Qué poder tienes en tus morunos
electrizantes ojos trigueños
que se desdoblan como ningunos
en una cinta de luz y sueños?
¡Sí me pareces una figura
que de Tanagra voló a estos climas
para ofrecernos una aventura
y apoderarse de nuestras rimas!
Como devoto de tu belleza
y de tu alma sencilla y pura
todas las tardes mi lira reza
en los altares de tu hermosura.
Mas cuando cruces por mi sendero
no me dirijas ni una mirada
¡ni una tan sola! mira que muero
con el reflejo de tu mirada.