Oh juventud
¡Oh, juventud! La vida sonriente
muestra falaz a tu ilusión hermosa,
en perspectiva mágica y luciente,
una dicha esplendente,
un cielo azul, un solo color de rosa.
Arpegios dulces de canoras aves,
ritmos sonoros de apacible brisa,
que en aleteos suaves
el cristal terso de las ondas riza;
luces, perlas, brillantes y colores
en profusión bordando los espacios;
bella cascada de sedosas flores;
corona de topacios;
círculo inmenso de esmeralda y oro
cuajado de radiante pedrería,
es el rico tesoro
que miente a la risueña fantasía,
de la vida febril la luz primera,
que es a la vez un cántico sonoro.
La mañana es muy bella; mas su encanto
no puede perdurar hasta la noche,
la Primavera se desciñe el manto,
al sentir que entre nubes de amaranto,
rompe el verano su luciente broche.
Tal es la juventud: luz que se esfuma
entre temblantes frondas;
sarta de perlas de brillante espuma
que se deshace en la dormida onda.
Y llega pronto la vejez sombría
acongojada, tímida, ruinosa,
llevando en su pupila triste y fría
un rayo de la luz del mediodía,
y un resplandor de la mañana hermosa.
Y es que el tiempo que corre
abarcando en su vuelo el infinito,
va dejando su huella imperceptible
en el alma intangible
¡lo mismo que en el mármol y el granito
Es que la juventud de tonos bellos,
puede ser sombra o luz en la existencia,
y a su penumbra igual que a sus destellos,
¡se despierta del hombre la conciencia!
El pasado no muere: su perfume
alienta nuestro ser o lo deprime;
y la vejez resume
nuestra vida, ya pérfida o sublime.
El tiempo es como un libro de memorias
que atesora en sus páginas eternas,
las dulces y las trágicas historias
que ocurren de la vida en las cavernas…!
El fotograba en tersos caracteres
y en forma apocalíptica y sombría,
sobre el telar ingente de los cielos,
el pensamiento que en la mente ardía,
la palabra que el labio repetía,
y el hecho que causó nuestros desvelos.
Mas…hemos de partir con triste grito,
en medio de la dicha y los dolores,
nos detiene una voz del infinito…
Es el reloj de arena fiel emblema
de la vida fugaz y transitoria;
mengua incesante hasta el postrero grano!
y después el silencio, el hondo arcano,
el misterioso y trágico problema…!
¡Oh, juventud, que brillas como aurora
con celajes de grana,
en un cielo que encantos atesora;
no olvides el mañana!
No olvides que el presente se evapora.
Sólo hay un medio de esperar la muerte
con entereza y brío,
armado el brazo de inflexible acero
y es ceñir con valor robusto y fuerte
de la virtud el mágico atavío.
¿Qué son las glorias frágiles, humanas?
Lentejuelas que adornan un momento,
ilusiones quiméricas y vanas!
Polvillo de oro que disipa el viento!
Poder, riqueza, bienestar, renombre,
son Luzbeles con alas fulgurantes;
piedras falsas con todos de diamantes
que deslumbran al hombre……
Son esos amuletos
las causas inmanentes del pecado,
pues su brillo infecundo
sutil ha envenenado
la atmósfera moral en este mundo.
“No me envidies la tierra miserable
que cubre mis despojos”
fué de Ciro el magnífico epitafio.
Y al mirar su riqueza deleznable
cubrió Mahmoud de lágrimas sus ojos;
y Jerjes y Alejandro con tristeza
lloraron como niños
ante la pequeñez de su grandeza.
Hay que vivir como vivió Pericles
y morir como Kant mirando al cielo,
o caer como Raleigh sobre el tajo,
sin sentir más anhelo
que el amor infinito, que ennoblece,
a la verdad augusta y el trabajo.
El nacer y el morir son el engarce
de la humana existencia;
mas algo sutilísimo se esparce
como luz inmortal en la conciencia,
que a través del misterio
que a doquier nos alcanza,
busca el hombre con ansias el imperio
donde fulgura el sol de la esperanza.
No hay más riqueza, ni esplendor, ni gloria,
que el bien y la virtud: son las escalas
para alcanzar la espléndida victoria
tendiendo a Dios las impalpables alas.
Esa es la bella religión del justo
que como un mártir expiró en Judea;
ese es el dogma augusto
que evangeliza, que levanta y crea.
¡Oh, juventud, que corres desolada
por senda matizada
de perlas y de flores;
tiende tu vista al porvenir que abruma
y observa entre su bruma
de la verdad los bellos resplandores!
Haz porque el ascender adonde moran
los que la hermosa redención predicen,
llegues envuelta en celestial albura;
y que al mirar atrás, desde esa altura,
sólo contemples ojos que te lloran
y labios, que temblando, te bendicen…!