¡Vana ilusión!
Si cual ama la concha a los mares
me quisieras tú, hermosa mujer,
de mi vida los negros pesares
trocarías en sublime placer.
¡Ay! que entónces con dulce embeleso
al rumor de la brisa fugaz,
en mi ardiente pasión casto beso
imprimiera en tu púdica faz.
Pero en vano es que intente mostrarte,
bella hurí del harén celestial,
el amor que juré consagrarte
des que vi tu belleza genial.
Que por ley de mi suerte traidora
tengo hoy que apartarme de ti,
sin que dés al mortal que te adora
de tus labios carmíneos un sí.
¡No pretendas ¡oh! Bien adorado,
que yo sufra por ti cruel dolor,
que vivir para siempre a tu lado
es la dicha que juzgo mayor !
Y aunque triste, abatido, sucumba
por seguir de tu amor hácia en pos,
te amaré más allá de la tumba
porque asi lo he jurado ante Dios.