Psalmos
Calma, abatido pensamiento mío,
la lucha en que te empeñas
por ahuyentar el cúmulo de sombras
que envuelve la existencia!....
Atrevido ignorante, quise un día
que fueses caballero a la contienda,
a dominar prejuicios seculares
que esclavizan del hombre la conciencia;
Y en el reñido y desigual combate,
que consume tus fuerzas,
triste angustiosa soledad del alma
consigues cual fatídica presea!
Imposible es vencer ¡oh pensamiento!
¡En tus afanes de laureles cesa,
quiero vivir feliz junto a la escoria,
que no sabe de sueños, que ni piensa
ni conoce nostalgias infinitas,
ni padece el insomnio de la idea!
***
—Nada mitiga el sufrimiento mío…
Desde que tú eres buena,
siento mi corazón cansado y frío.
¡Ayer por tu maldad, dolor y pena;
por tus caricias hoy, tedio y hastío!
Salvo excepción extraña,
en amores no existe la armonía:
si el hombre quiere, la mujer engaña;
si el hombre engaña, la mujer confía.
Tienes mujer, a mi perdón, derecho.
No importa que mi pecho
sangrando esté por tu maldad herido;
el alma mía se resiste a odiarte
¡y se consuela del dolor sufrido,
con el dulce placer de perdonarte!
Mi hastiado corazón, triste y rendido,
en una vaga indecisión se entrega
a soñar con un bien desconocido,
que calma su ansiedad… ¡porque no llega!
El buen Díos que nos manda a la vida,
para hacer que olvidemos la muerte,
de bondad y de amor puso un poco
en el alma de algunas mujeres.
No desterreis del mundo la perfidia,
ni del humano corazón la duda.
La fe es cobarde y el dolor augusto….
¡Dejad que el hombre sufra!