[No igualan a tu campiña…]
No igualan a tu campiña
las de ningún otro suelo,
ni hay cielo como tu cielo,
ni hay fruta como tu piña,
No hay una región extraña
donde echar puedan raíces
estos variados matices
del verde de tu montaña;
no hay tampoco una cabaña
cual la que el jíbaro aliña;
no hay fruta como tu piña;
no hay cielo como tu cielo,
y los campos de otro suelo
no igualan a tu campiña.
Sobre un manto de verdores
ostenta su airón la caña,
que con la miel de su entraña
nos da riqueza y honores;
luce el cafetal sus flores
como sus astros el cielo,
y va el sonoro riachuelo
pregonando en su canción
que cual tus vegas no son
las de ningún otro suelo.
Como tus flores, ¿qué flores?
Y como tu sol, ¿qué astros
dejan en el cielo rastros
de tan brillantes colores?
Como los tuyos ¿qué albores
rasgan de la noche el velo?
¿Y qué luna imita el rielo
de tu luna en la laguna?
¡No hay luna como tu luna,
ni hay cielo como tu cielo.
El esplendor de tu agro
y de tus frutas las mieles,
las flores de tus verjeles
y de tu cielo el milagro,
en mis décimas consagro;
y el que a la verdad se ciña,
ha de ver que tu campiña
no la tiene ningún suelo;
que no hay cielo cual tu cielo,
ni hay fruta como tu piña.