Toda deuda se paga
Linda como los primeros
albores de la mañana,
suelta en rizos la melena
sobre el marfil de la espalda,
grandes los ojos azules,
pensativa la mirada,
candorosa como un niño,
llena de encantos y gracias,
era una rosa nacida
entre el mar y las montañas,
era la virgen que el beso
de los amores aguarda.
I
Yo no sé lo que le dije
ni recuerdo sus palabras,
pero sé que en una sola
se fundieron nuestras almas;
llegó el sol a su zenit,
volvió a esconderse en las aguas,
tendió la noche su manto,
siguió la tierra su marcha,
y antes que el Rey de la esfera
por el Oriente asomara,
yo trasponía llorando
las cumbres de la montaña.
II
Te vi, ángel mío, y al verte,
sin explicarme la causa,
borraste del alma mía
los recuerdos que encerraba,
así como borra el viento
la estela sobre las aguas;
y desde entonces llevando
la tristeza en la mirada,
la palidez en la frente,
y la locura en el alma,
no quise volver al valle,
ni a trasponer la montaña.
III
Anoche, solo y despierto,
esta canción escuchaba:
“no hay plazo que no se cumpla,
y toda deuda se paga”;
volví la pista al pasado,
y en el fondo de mi alma,
como con letras de fuego,
vi esta sentencia grabada:
“No te quejes si algún día,
“como pagaste te pagan,
“tú no volvistes al valle,