Al crítico
Servidor de los dioses, Ganimedes
con la luz apolínea en la faldeta,
tú al confin de la gloria nunca puedes
sino entrar con ajena papeleta.
Zoilo tú, siempre cínico, me hiedes
cuando lanzas tu cínica saeta
que no logra hacer brecha en las paredes
de la torre impasible del Poeta.
Decidor y miope, cuando escribas
seré sordo a tus fáciles diatribas;
¡así, pues, anda y cuélgate del cuello!
¡Que volviendo su cola hacia el ocaso,
marcará una patada mi Pegaso
sobre tu ancha joroba de camello!