Alma de roca
En su pecho un volcán encendido
dé brotaba la llama de amor,
escondía el mortal desvalido
de una ingrata, sufriendo, el rigor.
Más el alma de aquella, más dura
que el peñasco que azota la mar,
despreciaba la dulce ternura
del que de ella el amor fué a buscar.
Desde entónces cesó el desvarío;
la esperanza perdióse y la fe;
el galan pensativo y sombrío
solo, triste, agobiado se vé.
Más el triste, bajando a la tumba,
el recuerdo con él llevará,
y en el cierzo que rápido zumba
repetido su nombre se oirá.