Todos lloramos
En el álbum de J. B.
—Versos me pides, Joaquina,
Que obediente escribiré
Y en tus ojos buscaré
Inspiración peregrina.
Luz divina
Hay en ellos, tan hermosa,
Que sus mágicos fulgores
Dan amores,
Cual da fragancia la rosa
Y dan encanto las flores.
Cantaré; pero mi acento
nunca olvida su tristura,
y, avezado a la amargura,
trueca su canto en lamento.
¡Ay!, lo siento;
más la senda de mi vida
no me ofrece más que abrojos
y despojos
De su belleza, perdida,
due causan llanto a mis ojos.
Por eso, si busco ahora
amoroso un pensamiento,
vendrá a mi idea el tormento
de la vida engañadora
que, traidora,
nos sonríe placentera
cuando a vivir empezamos
y esperamos
hallar encantos doquiera
sin conocer que soñamos…
Sí querida, duros males
nos lastiman cada día,
y a un minuto de alegría
siguen horas muy fatales
que, infernales,
nos abisman en las penas;
y cantamos
y, aunque a veces nos burlamos
al rumor de sus cadenas,
siempre al fin, todos lloramos…
En la selva enmarañada
de zarzales ponzoñosos,
a que —necios, vanidosos-
llamamos vida encantada,
nunca hallada
fue la paz que el alma adora;
y si osado, el pensamiento
cruza el viento,
ni una idea halagadora
calmará nuestro lamento.
Es el mundo un mar incierto
en que bogamos perdidos,
donde se escuchan gemidos
donde el vivo llora al muerto;
campo yerto
Sin luz, sin agua, sin flores
donde acallar nuestro duelo;
triste suelo
donde nacen los dolores
donde perece el consuelo.
En su camino espinoso,
por el llanto humedecido
que la desgracia ha vertido
desque Adán perdió el reposo,
ni un dichoso
levanta altivo la frente,
y si necios lo buscamos,
confesamos
que, bajo el sol esplendente
sin cesar todos lloramos…
Por eso, al buscar ahora
en los mágicos fulgores
de tus ojos seductores,
esa llama inspiradora
que enamora,
sólo acuden pensamientos
del acíbar que apuramos,
Mientras vamos
por este mar de tormentos
en que, al fin, todos lloramos…