Campesina criolla
Campesina, la campesina
de audaz ojera tropical,
muy hermana de la gallina,
sabrosamente femenina
y frágil como de cristal.
Campesina de las montañas,
campesina de los bohíos,
mi campesina, que te bañas
en la penumbra de las cañas
sobre el remanso de los ríos.
Campesina madrugadora;
alma germana de la aurora;
fresca como una cantimplora;
de amplia cintura, gordos denos,
pálida tez y ojos morenos.
Por delante de tu bohío,
una verde alfombra se tiende,
desde la colina hasta el río.
Diana de cocuyos la enciende
y el alba la unge de rocío.
¡Quién pudiera, mi campesina,
vivir contigo en una hacienda,
y despertar con la neblina,
y ayudarte tras la cocina
a ordeñar la vaca berrenda!
Feliz madrugador galán
el que a ti llega en su alazán,
para que tu mano le dé
una rebanada de pan
con una taza de café;
café molido en el mortero
y colado por la mañana
sobre el fogón que su humo emana
por las hineas del alero
en mechones de barba cana.
Mi campesina, ¡quién pudiera
seguir tus pasos, como un perro,
cuando vas a la sementera
o cuando bajas por el cerro
brincando como una ternera!
En el bochorno del estío
sales a buscar agua al río
y la cargas en la cintura
y tienes siempre en tu bohío
un calabazo de agua pura.
Bajo la crepuscular calma,
de tarde, rondas por el valle,
o te tumbas junto a una palma,
con una rosa sobre el talle
y una sonrisa sobre el alma.
Sabes a vida y a esperanza
y haces del jíbaro tu esclavo
cuando te das toda en la danza
y en la fiebre del güiro bravo
hueles a canela y a clavo.
En la honda noche misteriosa,
tu mano es tibia y amorosa;
sabia tu boca; y tu cadera,
como anca indómita y nerviosa
de fina jaca sabanera.
Bajo la egida de tu ala,
tu huerto da frutos benditos,
tu cabra tiene dos cabritos,
y tu gallina va a la tala,
seguida de siete pollitos.
Tus flores nacen sin la ayuda
del abono ni de la azada
en tu jardín de tierra cruda;
pero en una lata oxidada
cuidas una mata de ruda.
Amo tus ríos, tus cabañas,
las trovas de tu ruiseñor;
amo tu nido y tu calor;
y quiero ser de tus montañas,
siendo tu esclavo y tu señor.
Y en tu bohío yo quisiera
mecer la hamaca que te duerme,
y destrenzar tu cabellera,
y bajo de ella adormecerme
como bajo una enredadera.