¿Cuál es la más bella flor?
(Inédita)
Pues que Flora es la primera
en saber tan dulce cosa,
acudí luego a la Diosa
Reina de la Primavera.
Por entre una enredadera
el gentil rostro asomó,
y con voz que revivió
el pobre espíritu mío,
desde su dosel umbrío
la Diosa me respondió:
– Id, preguntad a la dama
que de Amor sufre discreta
agudísima saeta
pensando en el bien que ama.
Vereis subida la llama
en el candil de sus ojos,
y ocultando los sonrojos
de la bendita respuesta,
os contestará modesta:
– Para mí. . .¡claveles rojos!
Quien vea mar de por medio
entre dos almas hermanas,
las más alegres campanas
para él tocan a tedio.
Si persiguiendo el remedio
de su mal horas medita,
¿qué ha de decir en la cuita
si todo triste lo ve
como una ilusión que fué. . . . . .?:
– ¡Margarita! ¡Margarita!
¡Pobre niña! Enferma está.
Del pelo la redecilla
a la cerosa mejilla
tinte de muerte le dá.
¡Infelice! ¿No dirá
acaso su mente pálida
cuando le presenta escuálida
la faz el tranquilo espejo. . . :
– ¡Perdona, Dios, si me quejo. . . . . .!
pensando en la rosa pálida?
El anciano que se inclina
agobiado por los años
y el botín de desengaños
que hecho un dolor le asesina.
Con paso incierto camina
al misterioso ataud,
y en los ratos de quietud
como un niño se recrea
deshojando, allá en la idea,
la flor de la juventud.
Ved la novia, espera fiel
la llegada del galán.
No lo diera por don Juan
si se cambiara por él.
Su pecho destila miel
libre de grandes pesares;
los ojos vierten a mares
en placer y la alegría
puesto que se acerca el día
de llevar. . . . . .los azahares.
Entre dos fojas encierra
preciado libro de misa
muerta flor, viva sonrisa
de un casto amor de la sierra.
En el fragor de la guerra
un gañán falto de aliento
exhala quejas al viento
ausente de su pastora
que triste, el bien rememora
en un seco pensamiento.
Acercaos al vanidoso,
al caballero malsín,
con título. . . . . .de arlequín
y aires de fachendoso.
Échalas de prestigioso
hablando de carretilla
del ducado que apolilla
el progreso en un rincón. . . .
Eso, dirá con razón:
– ¡Prefiero la campanilla!
Penetrad en el convento,
vereis cuán blanca la luz
del blanco marfil la cruz
acrece el arrobamiento.
Allí hicieron juramento
Fe y amor con alma llena.
La blanca nieve en la almena
sus lágrimas da al alero,
al par que en blanco florero
duerme la pura azucena.
Proguntad é aquel que llora,
joven apuesto y lozano.
Vedle allí, rosario en mano,
cuál suspira mientras ora.
A ese ¿que flor le enamora
con inefable dulzura?
¿Cuál halla más bella y pura . . . .?
¡Siempre vivas prefirió!
Esa, la flor que llevó
su padre á la sepultura!
Id donde el alma sencilla
que medita en un rincón
el dar cuerpo á una ilusión
con el genio que encastilla
Placentero se encastilla
en los sueños de poeta,
y tonos en su paleta
busca para dar color
á un pensamiento de amor. . . .
pensando en una violeta.
Ved, pues, que parece vano
buscar la flor preferida.
A veces la más querida
nació pobre en el pantano,
libre de cetro tirano.
Que en flores como en mujeres
los diversos pareceres
no pudieran designar
ni una flor para reinar
ni reina para quereres.
La Diosa desapareció
tras la densa celosío,
derramó su luz el día,
la campiña despertó.
El ambiente se impregnó
de señalados vapores;
plantas, capullos y flores
vistieron extrañas galas,
y pródigos en escalas
trinaron los ruiseñores.