No sé cómo
“Cómo puede ser la muerte
de estos tiempos,
muerte en vida…
Esta muerte,
luto en vida,
vida sin dioses,
terriblemente,
me mata”.
-Ch’aska Anka Ninawaman, “La diosa negra y sorda”
Necesito verle el rostro a la muerte,
aprender a morir
incluso sin tenerla.
La muerte me vino a visitar un día.
La repudié y ahora no sé cómo morir.
Algunos especulan que la muerte
no es un edificio con botones,
ni con un solo corredor,
ni con pisos de concreto.
Aseguran que en ella hay tierra,
que morimos vestidos de piel,
amortajados con nuestros cabellos trenzados,
enlacados con miel,
para que nos laman las hormigas el vientre
y para que nos coman los sesos los gusanos.
Aseguran que nos embalsaman con poesía
para que la tierra nos ablande,
para que los zombis nos muerdan
desde los tiernos meñiques
hasta que nos arranquen las uñas
que crecen tras la muerte.
Debí haberle preguntado a la muerte,
antes de rechazarla,
cómo se muere.
Debí preguntarle a la muerte,
antes de rechazarla,
qué pasará con los hijos
de las que aún no son madres
cuando ellas mueren,
qué pasará con los odios
que se guardan en la oscuridad,
qué pasará con los polvos de los dioses
que se comunican entre la vida y la muerte.
Rechacé a la muerte un día.
Vino anunciada y a tiempo...
Y no le pregunté cómo se muere.