Los ojos de Jesús
¡Qué triste son tus ojos,
Jesús, qué tristes son!
Son tristes sin enojos;
brillan como cerrojos
del arca de Sión.
En tu pecho está el arca
y la puerta en tu faz,
que el infinito abarca;
¡Pareces un monarca
siempre sonriendo en paz!
Tus ojos son cerrojos
que se abren sin pasión;
sin adios, sin enojos;
y por esos tus ojos
se asoma un corazón!
Por ellos mansamente
se muestra el alma—luz
que se irradió en tu frente,
Fué bueno y lo lancearon
en brazos de una cruz;
cuando lo atravesaron
como gotas de sangre brotaron
estrellas de luz!
Fué bueno y vivió haciendo
obras de caridad;
fué siempre repartiendo
milagros y bondad!
Resucitó a los muertosM
a los ciegos curó;
y en todos los desiertos
de los ánimos yertos
sus rosales sembró.
Fué grande en sus bondades,
y en su hermosa quietud
de llanto y soledades
tuvo una gran virtud:
Perdonar con nobleza
de Judas la traición;
Era todo grandeza,
era todo pureza,
aquel gran corazón!
Si vuelves, con tu mano,
a violar, sin piedad,
¡oh, cruel género humano
esa arca de bondad,
su sangre bienhechora,
que es luz y es esperanza;
será tu redentora
al rodar por tu lanza!
¿No lo ves sin defensa?
¡Qué noble corazón,
lleno de pena intensa
en la desolación!...
¡Oh, corazón hermano,
lanceado en una cruz,
por el género humano!
¡Diste por sangre luz!