Mañana de San Juan
Su salida triunfal ya anuncia al orbe
con sus vivos destellos
el sol, que a su reinado se encamina
en su carro de nítidos reflejos.
Las fúlgidas pupilas
de los claros luceros
se apagaron. Después de huir la noche,
tranquilas se durmieron . . .
El bosque, entre cántigas y flores
es rítmico concierto,
modula el ave, oculto entre las ramas
de amor y de placer, suaves gorgeos;
la flor desprende sus aromas gratos
saturando al fugaz y blando céfiro
que juega sobre el lirio
que arrulla y acaricia con sus besos.
Mirad . . . ¡Reposa el mar, de su oleaje
surgen suspiros, al rodar al suelo
de la playa, sus nítidas espumas
son cual sonrisas de gentil ensueño!
¡Como el aura, feliz y enamorada
del que se aduerme; con su vuelo,
inquieta besa la albicante espuma
sobre el movible lecho!
Mañana de San Juan, tierna mañana,
tú invocas en mi mente, de otros tiempos
memorias tristes, placenteras, gratas,
de sensibles recuerdos . . .
Que, ¡todo ya acabó de aquellas horas,
esperanzas, amores y deseos,
mis sueños de ilusión desvanecidos
de vano afán y de mentido anhelo! . . .
(Publicada en “Mercurio”) Agosto de 1918.