Ayer y hoy
Ayer fuiste el bien de mis amores,
rosa fragante que al mundo dió natura,
silfa inocente de sin igual ternura
llena de amor.
Ayer te amé creyendo que me amabas y que tu amor sería incomparable;
que eras un ángel cándido y afable
como la flor.
Hoy sé quien eres, ingrata, maliciosa,
que en vez de flores guardas en tu seno
fétido fango falaz, inmundo cieno,
y la maldad.
Hoy es que lloro, mujer sin sentimiento,
de mi cariño el grande sacrificio;
hoy huyo infame, vil, del precipicio;
que es tu crueldad.
Cesó, por fin, mujer estafadora,
tu indigno proceder;
véte al inferno, que allá, falsa, traidora,
quisiera verte arder.