En el naufragio del Bessie Gracie
Cuando el ancla levaba
para su marcha empezar,
sin cesar garreaba
por la mala vuelta dar.
¡Pobre bergantín,
que a diez metros de la orilla
dio penoso fin!
La tarde quince de enero,
cuando la luz expiraba,
el bergatín comenzaba
rápidamente a garrear:
lanzó un ancla y fué supérfluo;
lanzó la otra, y lo mismo;
llevóle el viento al abismo
siempre con proa a la mar.
Al oir de la campana (1)
el lastimero sonido,
“Victor Rojas”, dirigido (2)
por su jefe, al mar salió;
y tres botes más salieron,
las turbias olas domaron
y su valor demostraron
siempre del peligro en pos.
Desde la playa se oía
de las olas el azote,
miéntras el liviano bote
acercóse sin temor;
dió auxilio a los tripulantes,
y aunque mil sustos pasaron
la dulce dicha lograron
de ver el naciente sol.
Al par que imponente, era
el espectáculo, hermoso,
pues el rayo luminoso
de la luna, sin cesar,
iluminaba la playa
y la linfa cristalina
y la espuma nacarina
que derrama siempre el mar.
El gallardo “Victor Rojas”
por más que el viento rugía,
las gruesas ondas hendía
con incesante vaivén,
y sus valientes marinos
juntos al Jefe, orgullosos,
regresaron victoriosos
lauros ciñendo a su sién.
¡Bien! ¡bien por el Salva-vidas
que al soberbio mar embiste
y a su fuerza se resiste
con entusiasmo y valor:
¡loor a nuestros marinos
que al ver sus vidas perdidas,
aún intentan salvar vidas:
¡loor a ellos! ¡loor!
1889.
- La campana de la Estación de Salvamento de Náufragos. El bello edificio de maderas en que estaba instalada se alzaba frente al mar, en el sitio que hoy ocupa la caseta churrigueresca ocupada por la oficina de sanidad. En la planta baja de dicha Estación, admirablemente dispuestos se encontraban los útiles de salvamento. El bote salvavidas “Victor Rojas”, así nombrado en memoria del héroe marino ribereño alabado por historiadores y poetas; la balsa, el cañón lanza-cabos, anclas, motones, cáñamos, etc. La campana daba el toque de aviso de siniestro. Los marinos acudian presurosos al edificio y de allí salian ordenados para prestar sus auxilios. la campana se encuentra hoy en el Parque de Bomberos. El cañón lanza-cabos lo vió el autor de este libro en una exhibición de objetos antiguos propiedad del oficial de Policía Insular señor Salvador López de Azúa. ¡Bochornoso es el abandono de la Administración Municipal, que debiera conservar en el referido Parque el histórico cañón, que tantos servicios prestó a buques náufragos.
- Se refiere al bote de que hablo en la nota anterior. La Sociedad Benéfica de Salvamento de Náufragos era en Puerto Rico y sigue siéndolo en la antigua Metrópoli una gloriosa institución, digna de todo encomio.