El poema del amor
A LA HIJA DEL CARIBE.
Muchos tu historia cantaron
pero no te comprendieron,
y si soñarte lograron,
víctimas acaso fueron
sólo de lo que soñaron.
Para cantar tu grandeza
idiomas no tiene el mundo,
para pintar tu belleza
hay que sentir tu pureza
del alma en lo más profundo.
Eres el verbo bendito
de la voluntad suprema
del universo infinito,
que en letras de luz escrito
deja su eterno poema.
Si endulzas á los vergeles
el néctar de sus rosales
y sus lirios y claveles,
la abeja sabrosas mieles
te devuelve en sus panales
Si rindes á la floresta
tus hechizos seductores,
ella, á celebrar tu fiesta,
¡con cuánto placer se presta
coronándote de flores!
Si hurtas al lecho paterno
de una Virgen los encantos,
Angel purísimo, tierno,
baja al nuevo hogar materno
para calmar los quebrantos.
Mayor prodigalidad
no existe, ni mejor palma,
pues ¿qué más felicidad
que dar la mitad del alma
á quien nos dá la mitad?
Aves, flores, y arroyuelos,
Brisas, campiñas y mares,
Y nubes y astros y cielos,
¿cuáles son vuestros anhelos?
¿cuáles son vuestros pesares?
Vuestro anhelo es el amor,
vuestro pesar su mudanza,
hojas de una misma flor,
que une á la cruz del dolor
el iris de la esperanza
Por eso la Providencia
de ambas forma un sólo ser,
Y refunde la existencia
En luz, en aire, en esencia,
En ave, en flor, en mujer.
¡El Amor! . . . .si conservarlo
quereis para apetecer,
es preciso no tocarlo,
por no tener que llorarlo
al instante de perderlo.
Mirad, sino, al Paraíso:
Eva, dulce, encantadora,
Adán, amante, indeciso,
bajo el deslumbrante hechizo
de la sierpe tentadora.
Triste el aura se adormece,
casi el ave no palpita,
la linfa gemir parece,
el Paraíso enmudece,
la noche calla, medita.
Sube el carmín á la cara,
á los ojos el anhelo,
la miel á la boca avara,
á la mente la luz clara,
su ósculo de amor al cielo.
Y al romper con ansia loca
su cáliz el GENIO alado,
que la privanza provoca,
se deshace en cada boca
la hostia santa del pecado. . . . .
Efímera pesadumbre,
crepúsculo de inquietud,
que une, al rayo de su lumbre,
la fe con la incertidumbre,
el pecado á la virtud.
Y fué que al llegar el día
de la peregrina historia,
delirante de alegría,
el Dios divino ofrecía
al Dios humano la gloria! . . .
Al par la aurora silente
su disco de oro levanta,
y la pareja inocente
envuelta en la luz naciente,
tiembla de júbilo y canta.
Y desde entonces los nidos
y las auras y las brumas
y los campos florecidos
y los mares dormidos
en su regazo de espumas,
cantan con vibrante lira,
bajo cielos de arrebol,
el poema que me inspira,
mientras albora ó espira
La espléndida luz del sol.