Comrade I (trans.)
always alone
with your decorated smile, reconstructed
on the sidewalks
with the numbers of almanacs
falling all over
your hair
daily
weekly
every year comrade every year and
you couldn’t bear the shadow of buildings lengthen
from one side
of the street
to the other
you wouldn’t even dare to look through the eyes
of its windows
you couldn’t bear
your cemeteries of empty coffins
nor your alcoholic magazines
nor your books
nor your newspapers
discredited
by the mouth of your own
murderers
and your hair
hung
like a towel on a towel rack
like curtains on their cornices
like a beadless collar
around
your neck
your hands
still are still placed over your face
for looking through the cracks
between your fingers
still
and there remains your silhouette like smelled poppies
searching for you
at the headquarters
of mirrors
still
still
still there lacks the courage of rifles
because you keep yourself
in the shell
of an egg
because you hide yourself in ashtrays
because you wrap yourself in beers and
in the yellowish color of your
old
cigars
you need something comrade
you don’t even have the strength of pouring rain
the strength
of currents
the strength
of heavy swells
the strength
of hammers
the strength
of engines and of mechanic
monsters
still
still
still your melody sounds inside sea shells
sounds in the resin of tree barks
sounds in the bolts and
in the scales of fish
sounding
like marbles
like pocket change
like billiard balls
sounding
like paper towels
like matches as they spark to light
like teeth as they cringe
like prey as they fry over a hot pan
sounding
sounding
sounding
yet
this time
your structures made of ivory
and frozen sand
crumble down like entire
ashes
from your cigarettes and
your chest is naked so that everyone can see themselves in your melted
body
in your figure
hanging
in your remains of pollen and
germs
yet
this time
you don’t dress as a priest nor a small child
you don’t dress as a samaritan nor a priest
nor a prophet
nor an office clerk
nor a walker
nor a poet
and you don’t call yourself a liqueur taster
this time
the sheets of sex stand in your way and
you keep yourself in the furnitureless
residence
of your handkerchiefs
cornered
by the sentences in your books
broken down
occult
at the bottom of your old shoes
certainly
you are overpopulated by dull loneliness
you smell of unsettled bowels
evicted
between the earth and the sky
you
have nothing left
but
a word for erecting your temples
you
don’t have
even
a plaster smile for your murdered
statues
nor a face
nor a hair where you can wind
your bursts of laughter
round
and it’s just that there are traces of your dusks all over the surface
of old
walls
and it’s just that you can’t bear your fingers upholstered in nicotine
and it’s just that you can’t deal with your empty oysters
you can’t stand your uniforms of 100 clowns
you can’t live with your naked and raped moon
in a million and two nights
you cant’ bear your prostitute
hotels
your wanked
wine cellars
your cardboard
bells
your shredded rugs
your unidirectional doors
you can’t comrade
you can’t
you can’t
you can’t bear the long eyeshadows of your elephants
you can’t bear the triangle nails with which your enemies
scratch your
you can’t bear your elven shoes
you can’t bear the blow breaking your forehead
the blow breaking eyebrows
breaking your face
breaking your face
breaking your face
Encarnación, José Díaz, "Compañero 1." Ventana, vol. 10, 1974, pp. 24-29.
Rights: José Encarnación Díaz; Revista VentanaCompañero I
siempre solo
con tu sonrisa empapelada y reconstruída
en las aceras
con los números de los almanaques
cayéndote
por los cabellos
diariamente
semanalmente
cada año compañero cada año y
no pudiste soportar la sombra de los edificios que se prolongaban
de un lado
al otro
de la calle
ni siquiera te atrevías a mirar por los ojos
de sus ventanas
no pudiste
con tus cementerios de ataúdes vacíos
ni con tus revistas alcoholizadas
ni con tus libros
ni con tus periódicos
desmentidos
en la lengua de tus propios
asesinos
y tus cabellos
colgaban
como las toallas en los toalleros
como las cortinas en sus cornisas o
como un collar sin cuentas
alrededor
del cuello
todavía
tus manos se recuestan en tu rostro
para mirar por las rendijas
de sus dedos
todavía
y aún permanece tu silueta de amapolas olfateadas
buscándose
en el cuartel
de los espejos
todavía
todavía
todavía te falta el coraje de los fusiles
porque te guardas
en el cascarón
de un huevo
porque te ocultas en los ceniceros
porque te arropas en las cervezas y
en el olor amarillento de tus
tabacos
viejos
necesitas algo compañero
no tienes siquiera la fuerza que tienen los aguaceros
la fuerza
de las corrientes
la fuerza de
de las marejadas
la fuerza
de los martillos
la fuerza
de los propulsores y de los monstruos
mecánicos
todavía
todavía
todavía tu melodía suena en los caracoles
suena en la resina de las maderas
suena en los cerrojos y
en las escamas de los peces
suena
como las canicas
como el menudo en los bolsillos
como las bolas de billar
suena
como el papel absorvente
como los fósforos cuando se encienden
como los dientes cuando se aprietan
como las presas cuando se fríen en las sartenes
suena
suena
suena
pero
esta vez
tus construcciones de marfil y
de arena congelada
se derrumban como las cenizas
enteras
de tus cigarrillos y
tienes el pecho desnudo para que todos se miren en tu cuerpo
derretido
en tu figura
colgante
en tus restos de pólen y
gérmenes
pero
esta vez
no te vistes de sacerdote ni de niño pequeño
no te vistes de samaritano ni de predicador
ni de profeta
ni de oficinista
ni de caminante
ni de poeta
ni te dices llamar el catador de licores
esta vez
las sábanas del sexo se te cruzan en el camino y
te guardas en la residencia
inamueblada
de tus pañuelos
arrinconado
en las oraciones de tus libros
descompaginados
oculto
en el fondo de tus zapatos viejos
ciertamente
estás sobrepoblado de soledades apagadas
estás oloroso a vientres descompuestos
desalojado
entre la tierra y el cielo
ya
no te queda
tan solo
una palabra para conjugar tus templos
ya
no tienes
siquiera
una sonrisa de yeso para tus estatuas
asesinadas
ni un rostro
ni un cabello donde puedas enroscar
tus carcajadas
redondas
y es que tus atardeceres desgastados se definen en los muros
de las paredes
envejecidas
y es que ya no puedes con tus dedos tapizados de nicotina
y es que ya no puedes con tus ostras vacías
no puedes con tus uniformes de 100 payasos
no puedes con tu luna desvestida y ultrajada
en un millón y dos noches
no puedes con tus hoteles
prostituídos
con tus bodegas
masturbadas
con tus campanas
de cartón
con tus alfombras rotas
con tus puertas de una sola dirección
no puedes compañero
no puedes
no puedes
no puedes con las pestañas largas de tus elefantes
no puedes con las uñas triangulares con que te rascan
tus enemigos
no puedes con tus zapatos de duende
no puedes con el golpe que te rompe la frente
con el golpe que te rompe las cejas
que te rompe la cara
que te rompe la cara
que te rompe la cara
Encarnación, José Díaz, "Compañero 1." Ventana, vol. 10, 1974, pp. 24-29.
Rights: José Encarnación Díaz; Revista Ventana