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El Proyecto de la literatura puertorriqueña El Proyecto de la literatura puertorriqueña

Compañero I

José Encarnación Díaz

1974

siempre solo

con tu sonrisa empapelada y reconstruída

 en las aceras

 con los números de los almanaques

 cayéndote

 por los cabellos

 diariamente

 semanalmente

cada año compañero cada año y

no pudiste soportar la sombra de los edificios que se prolongaban

de un lado

al otro

de la calle

ni siquiera te atrevías a mirar por los ojos

 de sus ventanas

no pudiste

con tus cementerios de ataúdes vacíos

ni con tus revistas alcoholizadas

ni con tus libros

ni con tus periódicos

desmentidos 

en la lengua de tus propios

                       asesinos

y tus cabellos

colgaban

como las toallas en los toalleros

como las cortinas en sus cornisas o

como un collar sin cuentas

alrededor

del cuello

todavía

tus manos se recuestan en tu rostro

 para mirar por las rendijas

 de sus dedos

 todavía

y aún permanece tu silueta de amapolas olfateadas

buscándose

en el cuartel

de los espejos

todavía

todavía

todavía te falta el coraje de los fusiles

porque te guardas

en el cascarón

de un huevo

porque te ocultas en los ceniceros

porque te arropas en las cervezas y

en el olor amarillento de tus

tabacos

viejos

necesitas algo compañero

no tienes siquiera la fuerza que tienen los aguaceros

la fuerza

de las corrientes

la fuerza de

de las marejadas

la fuerza

de los martillos

la fuerza

de los propulsores y de los monstruos

mecánicos

todavía

todavía

todavía tu melodía suena en los caracoles

suena en la resina de las maderas

suena en los cerrojos y

en las escamas de los peces

 

suena

como las canicas

como el menudo en los bolsillos

como las bolas de billar

 

suena

como el papel absorvente

como los fósforos cuando se encienden

como los dientes cuando se aprietan

como las presas cuando se fríen en las sartenes

suena

suena

suena

 

pero

esta vez

tus construcciones de marfil y

de arena congelada

se derrumban como las cenizas

enteras

de tus cigarrillos y

tienes el pecho desnudo para que todos se miren en tu cuerpo

derretido

 

en tu figura

colgante

en tus restos de pólen y

gérmenes

 

pero

esta vez

no te vistes de sacerdote ni de niño pequeño

no te vistes de samaritano ni de predicador

ni de profeta

ni de oficinista

ni de caminante

ni de poeta

ni te dices llamar el catador de licores

esta vez

las sábanas del sexo se te cruzan en el camino y

te guardas en la residencia

inamueblada

de tus pañuelos

arrinconado

en las oraciones de tus libros

descompaginados

oculto 

en el fondo de tus zapatos viejos

 

ciertamente 

estás sobrepoblado de soledades apagadas

estás oloroso a vientres descompuestos

desalojado

entre la tierra y el cielo

 

ya

no te queda

tan solo

una palabra para conjugar tus templos

ya

no tienes

siquiera 

una sonrisa de yeso para tus estatuas

asesinadas

 

ni un rostro

ni un cabello donde puedas enroscar

tus carcajadas

redondas

 

y es que tus atardeceres desgastados se definen en los muros

de las paredes

envejecidas

 

y es que ya no puedes con tus dedos tapizados de nicotina

y es que ya no puedes con tus ostras vacías

 

no puedes con tus uniformes de 100 payasos

no puedes con tu luna desvestida y ultrajada

    en un millón y dos noches

 

no puedes con tus hoteles

prostituídos

con tus bodegas

masturbadas

con tus campanas

de cartón

con tus alfombras rotas

con tus puertas de una sola dirección

 

no puedes compañero

no puedes

no puedes

 

no puedes con las pestañas largas de tus elefantes

no puedes con las uñas triangulares con que te rascan

tus enemigos

no puedes con tus zapatos de duende

no puedes con el golpe que te rompe la frente

con el golpe que te rompe las cejas

que te rompe la cara

 

que te rompe la cara

que te rompe la cara

Encarnación, José Díaz, "Compañero 1". Ventana, vol. 10, 1974, pp. 24-29.

Derechos: José Encarnación Díaz; Revista Ventana

Comrade I (trans.)

José Encarnación Díaz

Traducido del Español por Álvarez Nieves, Alejandro

1974

always alone 

with your decorated smile, reconstructed

on the sidewalks

 with the numbers of almanacs

 falling all over

 your hair

 daily

 weekly

 every year comrade every year and

you couldn’t bear the shadow of buildings lengthen 

from one side 

of the street

to the other

you wouldn’t even dare to look through the eyes

      of its windows

you couldn’t bear

your cemeteries of empty coffins

nor your alcoholic magazines

nor your books

nor your newspapers

discredited

by the mouth of your own

murderers

and your hair

hung

like a towel on a towel rack

      like curtains on their cornices

      like a beadless collar

      around

      your neck

your hands

still are still placed over your face

     for looking through the cracks

     between your fingers

     still

and there remains your silhouette like smelled poppies

    searching for you

    at the headquarters

    of mirrors

still

still

still there lacks the courage of rifles

because you keep yourself

in the shell

of an egg

because you hide yourself in ashtrays

because you wrap yourself in beers and

in the yellowish color of your

old

cigars

you need something comrade

you don’t even have the strength of pouring rain

the strength

of currents

the strength

of heavy swells

the strength 

of hammers

the strength

of engines and of mechanic

monsters

still

still 

still your melody sounds inside sea shells

sounds in the resin of tree barks

sounds in the bolts and

    in the scales of fish

 

   sounding

   like marbles

   like pocket change

   like billiard balls

 

   sounding

   like paper towels

   like matches as they spark to light

   like teeth as they cringe

   like prey as they fry over a hot pan

   sounding

   sounding

   sounding

   yet

   this time

   your structures made of ivory

and frozen sand

crumble down like entire

ashes

from your cigarettes and

your chest is naked so that everyone can see themselves in your melted

body

 

in your figure

hanging

in your remains of pollen and

germs

 

yet

this time

you don’t dress as a priest nor a small child

you don’t dress as a samaritan nor a priest

     nor a prophet

     nor an office clerk

     nor a walker

     nor a poet

and you don’t call yourself a liqueur taster

this time

the sheets of sex stand in your way and

you keep yourself in the furnitureless

residence

of your handkerchiefs

cornered

by the sentences in your books

    broken down

    occult

at the bottom of your old shoes

certainly

you are overpopulated by dull loneliness

you smell of unsettled bowels

evicted

between the earth and the sky

 

you

have nothing left

but

a word for erecting your temples

    you

    don’t have

    even

    a plaster smile for your murdered

statues

nor a face

nor a hair where you can wind

your bursts of laughter

round

 

and it’s just that there are traces of your dusks all over the surface 

of old

walls

 

and it’s just that you can’t bear your fingers upholstered in nicotine

and it’s just that you can’t deal with your empty oysters

     you can’t stand your uniforms of 100 clowns

     you can’t live with your naked and raped moon

  in a million and two nights

 

you cant’ bear your prostitute

hotels

your wanked

wine cellars

your cardboard

bells

your shredded rugs

your unidirectional doors

 

you can’t comrade

you can’t

you can’t

 

you can’t bear the long eyeshadows of your elephants

you can’t bear the triangle nails with which your enemies

scratch your

you can’t bear your elven shoes

you can’t bear the blow breaking your forehead

    the blow breaking eyebrows

   breaking your face


 

breaking your face

breaking your face

Encarnación, José Díaz, "Compañero 1". Ventana, vol. 10, 1974, pp. 24-29.

Derechos: José Encarnación Díaz; Revista Ventana