Iniciación de estío del aprendiz de chamán
Pero ya no siembro
ni manejo el curso de los ríos.
Ya nunca más.
Me uno a los bailarines de Dios
(diosmar - dioscolina - diosalbatros)
danzamos hasta el éxtasis y el delirio;
caigo en el lodo,
y siento un olor como el almizcle,
huelo la miel negra
en las entrañas de la tierra,
introduzco mis dedos en la estrecha y obscura cavidad,
madriguera de laboriosas abejas y el dulce,
dulcísimo néctar, me hace olvidar,
la sangre y el dolor;
mientras era tomado brutalmente,
–desflorado por el Numen–
por todos mis compañeros danzantes,
embestido una y otra vez
por sus miembros enhiestos como pedernales brillantes.
He pasado la iniciación de estío,
de noche, y al fin ya solo, contemplo el guiño
de los ojos en la piel de la noche;
mis compañeros me han dejado,
postrado y exhausto frente al ídolo nuevo del solsticio de verano;
mis compañeros han dejado
cerveza de dátil y maíz,
en la entrada del nicho en la piedra,
de donde surgiré al alba orgulloso y radiante.