Jane Doe
Le dolían los pies.
Se movía a destiempo
balanceando bolsas existenciales
adheridas a la arquitectura
distante de su cuerpo.
Exploraba laberintos y bóvedas
buscando lecho seguro
donde posar esa maraña de años
que hoy eran soles detenidos
en su horizonte.
Túneles de cielo repetidos
como la procesión de tardes y mañanas
apiñadas en sus hombros y caderas.
Le dolían los pies.
Era muy cierto
que hoy todo fuera del color
del primer miércoles de cuaresma.
¡Cómo le dolían!
Por más de media vida fueron
los zócalos de su casa.
Sus brazos, balcones.
Su pecho, la puerta.
Refugio de palomas, sus ojos.
Hoy era la tarde de siega.
Derrumbó balcones.
Cerró puertas y ventanas.
Y fue a plantar su morada
en la vía del tren número 6.
Solo palomas quedaron revoloteando.
Derechos: Sandra Nia Rodríguez