Dios
(A mi esclarecido compañero, Don Eladio J. Vega.)
Dios. ¿Y quién es Dios? Indefinible
Es el problema a la razón humana.
¿Podrá la tenue luz del pensamiento
Penetrar en el asilo de las almas,
Arrancar el misterio a lo profundo,
Y disipa la duda soberana
Que vuelve a vil gusano de la vida?
Si al hombre dable fuera la esperanza
De resolver el porvenir mentido
Que a la doliente humanidad embarga ;
Si es que apenas la luz de una alborada
La duda puede disipar de un sueño?
Que existe una substancia
Eterna, sin principios, luminosa,
Siendo del mundo la primera causa,
Y que lo mismo resplandece y brilla
En la fosforescencia de las aguas,
Que en los astros que adornan lo infinito,
Es verdad axiomática.
¿Qué, mísero mortal, piensas, afirmas,
Que es tan sólo ese Dios una palabra,
Que poco significa entre los seres,
Que entre los mundos representa nada?
¿Eres ateo negativo? ¿Ignoras
Que la vida es antorcha que se apaga,
Flor que alegra un instante los sentidos
Cuando marchita susurrando el aura?
Si eres finito, frágil, pasajero,
Como la espuma; ¿a qué razones tantas
Por resolver problemas omniscientes.
Como el problema de infinita causa?
Y si en el universo la existencia
De Dios, es necesaria
Para razón de ser; ¿por qué atrevido
Pretendes necio recorrer la escala
Del autor de la luz; si el hombre es polvo
Que el viento de la vida desparrama?
Escucha: ahonda en tu conciencia obscura;
Medita, piensa, filosofa, habla;
Y di si existe en lo interior un algo
Que sobrepuja a la razón humana,
Que te despierte del profundo sueño,
Que debilita tus pueriles ansias,
Que a tu agitado espíritu soberbio
A otro mundo purísimo levanta
En busca de la fe, nunca en el suelo
Llegarás a la meta que forjaran
Tus vanas pretenciones,
Porque también tu inteligencia es vana;
Humo fugaz que desvanece el viento,
Y la gloria relámpago que pasa.
Desde el huevo fecundo que genera
Al vil gusano que se tuerca en larva;
Desde el polvo que rueda en el espacio
Hasta la estrella que en lo azul derrama
Fulgores a torrente; desde el canto
Que modulan las aves en las ramas,
Que las aves modulan en los nidos
Hasta la tierna mariposa blanca
Que en la corola virgen de las flores
El dulce néctar apacible escancia;
Desde las negras y profundas criptas
Guarida de nocturnas alimañas,
Hasta la nube plúmbea que despide
El ignoro rayo que aniquila y mata,
Vemos surgir en profusión grandiosa
De Dios la omnipotencia soberana.
¡Imbéciles! ¡Atrás! ¿Negáis la esencia
Impoluta de Dios? ¿Quién os arrastra
A ese abismo sin fondo tenebroso
De conjeturas mil? ¿Sois Himalayas
Del pensamiento humano? ¿Qué es la ciencia?
La ciencia niega la verdad increada?
Quién fué Buchner y Vogt, Leibnitz y Darwin?
¿Qué hicieron? Penetraron la morada
Del infinito, en vida? ¡Empeño nulo!
Y seguirá la humanidad errada,
Queriendo penetrar lo impenetrable
Del pensamiento en alas.
¿Quién al fijarse en la sidérea altura
Y contemplar la bóveda azulada,
A cada estrella que simula un mundo,
A cada mundo que en lo azul resalta,
No siente palpitar en su conciencia
Una misericordia soberana?
Si una reguladora
Ley no existiera poderosa y sabia,
Tampoco el universo
Del tiempo en las etapas,
¿Ha sido eternamente?
Opinar lo contrario es razón vaga,
Puesto que en Dios no cabe lo inactivo,
Sino que es luz y movimiento y llama.
Que vivifica la creación; y vibra,
En el volcán horrísono y estalla.
Y lo mismo en el átomo que rueda,
Y los mismo en el pájaro que canta
Que en el tierno capullo de una rosa,
Que en la fosforescencia de las aguas.
Archilla Cabrera, José. "Dios". Biblioteca Económica Portorriqueña, Aguas Buenas, Puerto Rico, 1908, pp. 141-3.
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