El Proyecto de la literatura puertorriqueña

Aquí entre arrullos de canoras aves

Se deslizaron mis primeros años.

Aunque el tiempo ha pasado y la distancia

Me aleja a cada instante de tu lado,

Yo no puedo olvidarte, campo amado,

Que guardas los recuerdos de mi infancia.

Hoy que el pesar mi corazón azota

Y la duda corroe mis entrañas,

Detengo el pensamiento en tus montañas

Donde la flor de mis recuerdos brota.

Y surge el río con su linfa pura,

La fuente con sus aguas rumorosas,

Que a referirme viene muchas cosas

De mis pasados años de ventura.

Y en medio de las dudas y dolores

En que mi pobre corazón se agita,

Todo lo olvida, y con amor palpita,

Al ver tus puras y fragantes flores.

Escucho entre las frondas el gorjeo

De las canoras aves, y en la cuesta

Feliz diviso la palmera enhiesta

Que un tiempo fué mi celestial recreo.

Cada árbol, cada flor, cada simiente,

Que divisan mis ojos por doquiera,

De mi niñez alegre y placentera

Vienen dulces recuerdos a la mente.

Aqui las horas del placer vinieron

Cual bandada de blancas mariposas,

Y con sus alas plácidas y hermosas

Mi frente joven con amor batieron.

Y despertó mi mente soñadora

A los halagos de ese bien querido,

Como despierta el pájaro en el nido

Al resplandor de la naciente aurora.

¡Oh! deliciosa infancia de la vida!

Aun vienes con tus nítidos fulgores

A mitigar las penas y dolores

Donde mi triste corazón anida.

Estoy muy lejos ya de aquellos días

De mi dichosa juventud riente,

Y aun me parece que mi oído siente

El eco de sus dulces melodías.

Y es que a medida que la vida avanza,

Y pierde el corazón hecho girones

La delicada flor de la esperanza.

Cuando en nosotros la vejez anida

Y con ella acerbísimos engaños,

¡Qué tenemos del mundo? desengaños.

Realidades amargas de la vida.

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Adiós campo feliz, rico tesoro

Para mí, de recuerdos seductores; 

Vírgenes selvas, perfumadas flores,

Aves canoras de plumaje de oro.