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El Proyecto de la literatura puertorriqueña El Proyecto de la literatura puertorriqueña

Crucifixión

Ernesto Avellanet Mattei

1922

 De Antologia II nuevos poetas

 

Crucifixión

     Oid: las campanas ya doblan a muerto;

Entre los celajes de tarde callada

Parece escucharse la voz del desierto,

El Sermón del Huerto,

Llenando la trágica visión de la vida

De la luz ignorada,

Como una esperanza de fe prometida,

Bajo la tristeza

De toda una noche que pueblan vestigios,

Tal cual si en un llanto la Naturaleza,

Denunciara el Crimen a todos los siglos….

 

     Lloran, lloran, lloran las roncas campanas,

Mil voces lejanas

Delatan la obra de la turba impía;

Ojos que mirásteis la trágica escena,

Habladme de aquella infinita pena

Que sintiera el Justo en cruel agonía…

Tarde melancólica,

un arpa eólica

Pulsaba un Arcángel en la niebla densa;

Susurraba el viento entre la espesura,

Llegaban las sombras, huía la luz;

Y en aquella triste soledad inmensa

Se alzaba divina la noble figura

Del noble Jesús…

 

     Tristemente pálido, tristemente bello,

Vacilante el paso, hirsuto el cabello,

Altivo y supremo iba el Verbo-Dios;

La Cruz infamante, como un simbolismo;

Mostraba su frente todo el heroísmo

del Dios Trino y Uno hecho paz y amor…

 

     Y la turba incrédula al Justo insultaba:

“Tú, que en los sepulcros, muertos levantaba

Rey de los Judíos, levántate tú;”

Y el Verbo divino triste respondía:

“Voy a la esperanza, voy a un nuevo día,

Yo marcho a la aurora, porque soy la Luz…

 

     “¡Ay, ay, de vosotros, fariseo y escriba,

En verdad os digo que la paz estriba,

En el justo bien;

Bienaventurado aquel que me crea,

Porque soy la eterna fuente de la idea,

Blanco derrotero del Supremo Edén.”

 

     “Bienaventurados los desheredados,

Los pobres de espíritus, bienaventurados,

Porque los humildes mi gloria verán;

Mi reino no es reino de este falso mundo;

Mi espíritu habita el cielo profundo

Porque soy de allá;

Venzo las tinieblas de la eterna duda,

El perdón me salva, el amor me escuda,

Al dolor humillo, desvanezco el mal”….

 

     Y la turba impía llegaba al Calvario,

La Cruz infamante, esperaba al Cristo,

Y entonces los ojos de aquellos sicarios

Vieron impasibles lo que yo no he visto!....

 

     Vieron aquel Mártir, como una azucena,

Expiar la culpa de todos los hombres,

Vieron una frente mística y serena

¡Sudar los dolores que no tienen nombres!...

 

     Vieron al divino, puro Nazareno

Orar en la cumbre por el Dios bendito,

Labios temblorosos apurar veneno,

Pupilas azules buscar lo Infinito….

 

     Vieron las injurias de todas las leyes

Burlar aquel código de inmanente amor,

Vieron la venganza de todos los reyes

Profanar la cumbre del Hijo de Dios….

 

     Cárdenos relámpagos, truenos errabundos,

El sol ocultando su dorada luz,

Un gemido triste por sobre los mundos,

Un triste sollozo por bajo la Cruz….

 

    Y entre aquel confuso gemir de las cosas,

Del agonizante, como una visión

¡Vieron sus dos labios abrirse cual rosas,

Y murmurar trémulos: ¡Oh, Padre, Perdón!

 

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     Oid las campanas qué fúnebre gimen,

Lloran el recuerdo del dolor de Cristo;

¡Temblad, que ya escucho voces que redimen

Ojos que mirásteis lo que yo no he visto.

Avellanet Mattei, Ernesto. "Crucifixión". Antología completa de poetas portorriqueños: Los contemporáneos, editado por Carlos N. Carreras, vol. 2, Puerto Rico Ilustrado, San Juan, 1922, pp. 29-31, Colección Puertorriqueña, Biblioteca Lazaro, Universidad de Puerto Rico, Río Piedras. Derechos: Dominio público

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