Poemas del arroyo
COMO TODOS.
(DEL NATURAL.)
La tarde. Cesa en el taller el ruido,
cierra la flor su delicado broche,
vuelan las aves al desierto nido
y se avecina, en su correr, la noche.
Juan, el mísero obrero, fatigado
va paso á paso hacia su hogar tranquilo;
tugurio humilde, pero siempre honrado,
que presta al pobre, generoso asilo.
Cena allí, con sus hijos y su esposa,
un pedazo de pan mugriento y duro,
que ha librado, cavando alguna fosa,
tirando un carro ó destruyendo un muro.
Que Juan siempre es así; como no tiene
un oficio seguro, hace de todo:
él dice: “mi trabajo me sostiene,”
y es digno trabajar de cualquier modo.
Seis hijos tiene, en ellos se recrea
y lamenta, por ellos, su destino;
el mayor, de ocho años, ya lo emplea,
en hacerle . . . mandados al vecino.
Tiene cinco mujeres . . . Pan á secas.
Ya cenaron, y duermen . . . en el suelo . . .
Quizás si están soñando con muñecas
que les traerán . . . los ángeles del cielo.
Con lágrimas los ojos empañados
en aquel cuadro de miseria fijos,
medita Juan: “Mañana, abandonados.
¡Ay, cuál será la suerte de mis hijos!”
“Yo quisiera educarlos: más me inquieta,
el que nadie me ayude en este caso,
y, si yo gano un real, una peseta,
sólo me alcanza para el pan escaso.”
Todo es allí miseria y agonía,
allá está el mundo en su combate eterno,
y Juan va resignado día tras día,
bajando por las gradas de su infierno.
Llorando siempre con sentido tono,
Juan pregonaba su dolor profundo,
y guardaba en su pecho mucho encono,
á la perversa ingratitud del mundo.
Tanto lloraba Juan, tanto lloraba
por su fatalidad todos los días,
que el mismo Job, como él, no se quejaba
ni como él lloraba Jeremías.
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Algún tiempo después de estos lamentos
estaba Juan radiante de alegría
y sus hijos y esposa muy contentos:
¡¡Diez mil pesos le dio la lotería!!
¿Y qué uso hizo Juan de su dinero? . . .
pues el que todos hacen: divertirse,
despreciar insolente el mundo entero,
jugar, emborracharse y aburrirse.
Saber? . . . está demás . . . Yo sé á conciencia,
—lo digo de los sabios sin desdoro,—
“que jamás ha de hacer toda la ciencia
lo que yo hacer no puedo con mi oro.”
Como hoy vive á su gusto regalado,
Juan echa el día de ayer en el olvido;
¡qué ha de pensar un Juan adinerado
lo que pensaba un Juan empobrecido!
Y Juan se murió al fin, pobre, bien pobre,
y dejó abandonada á su familia,
y sin un cobre, digo, sin un cobre,
sin ciencia, inútil, sin honor, ni nada.
Y véase un problema muy sencillo:
ya tiene el mundo nuevas pordioseras
ya tiene el porvenir, un nuevo pillo,
y tiene el lupanar cinco rameras.
Visto con detención, de varios modos,
son unos mismos, siempre, los Adanes;
si están en la miseria, Juanes todos
si están acomodados, todos Juanes.