Demencia
No intentes desprender, amada mía,
este amor que arraigado está en mi alma;
para negro desdén y cruel falsía,
tengo en mi pecho poderosa calma.
No intentes desgarrar mi pecho herido
recordando mis horas de ventura;
mi triste corazón llevo transido
de dolor, de tristeza, de amargura.
No atormentes mi vida y mi martirio
con recuerdos de dulces embelesos;
ya volaron las horas del delirio
en que me dabas amorosos besos.
Si ayer eras risueña y cariñosa,
hoy te contemplo silenciosa y muda;
huyeron los perfumes de la rosa,
y a mi mente acudió la negra duda.
Yo no puedo arrancar de mi alma herida
tu dulce y sacratísimo recuerdo,
y un bajel sin velamen es mi vida
en el mar de la duda en que me pierdo.
Yo no puedo, mujer, en mi amargura,
tu imagen arrancar de mi memoria;
recuerda que en tus ratos de locura
me mostraste las puertas de la gloria.
Recuerda tus halagos, tus caricias
y tus promesas de cariño eterno,
y después de tan plácidas delicias,
no pretendes lanzarme el negro Averno.
No te olvides, mujer, nuestros arrullos
en dulces horas de amorosa calma,
cuando unidos mis labios a los tuyos
en mis besos de amor te daba el alma.
No te olvides, mujer, que en mi demencia
mi pecho te estrechó con ansia loca;
que llenaste de dicha mi existencia
aspirando el perfume de tu boca.
Recuerda aquellas noches voluptuosas
de benditas y puras venturanzas,
que soñamos en horas deliciosas
un mundo de risueñas esperanzas.
Que embriagada en tu amor y tu ternura,
y llena de pasión el alma mía,
forjaba un Paraíso de ventura
en mi loca y ardiente fantasía.
Que en instantes supremos y divinos
recogía en mi éxtasis de amores,
dulce miel de tus labios purpurinos,
y de tu pecho perfumadas flores.
Que libre de pesares y de enojos,
sonriente, amoroso y satisfecho,
me abrasaba en la lumbre de tus ojos,
contando los latidos de tu pecho.
Recuerda que embebido en tu cariño
te amé aquel tiempo que con pena invoco,
con la ternura sin igual de un niño;
con la febril excitación de un loco.
Que forjando en mis locas alegrías
un mundo de ilusiones y de anhelos,
enlazadas tus manos y las mías
mirábamos las puertas de los cielos.
Aunque el pecho la angustia me taladra,
siempre voy hacia ti, corazón mío;
como el hijo el regazo de la madre,
como va hacia la mar el manso río.
Es tuyo el generoso sentimiento
que a adorarte con fe me precipita;
tuyos mi inspiración, mi pensamiento;
tuyo el amor que entre mi ser palpita.
Si ha traído a mi pecho tu desvío
un presente de luchas y dolores,
tu serás en mi loco desvarío,
y la musa del amor de mis amores.
Trae bien mío, la calma que ha volado,
a este mi pobre corazón demente;
con los dulces recuerdos del pasado
se borran las tristezas del presente.
Para ti mi amor siempre será eterno;
tú siempre vivirás en mi memoria:
y aunque trueques mi vida en un Infierno,
¡siempre al mirarte soñaré en la Gloria!