Caparra
Cabe fragosa ribera
batalla el indio arrogante,
defendiendo a sangre y fuego
sus tierras y sus hogares.
Mas, un tiro de arcabuz
decidió del duro trance,
dando muerte al jefe indio
que dirigía el combate;
cual se doblega el arbusto,
que vientos contrarios baten,
así sucumbió el indígena,
víctima de la catástrofe.
Los indios se desparraman
por los cerros y maizales,
y a los pies del triunfador
se arrodillaron cobardes.
El vencedor los condena
a trabajar en los cauces
y a buscar el oro ansiado,
perdiendo sus libertades.
Y en las márgenes del río
llora el indio sus pesares;
olvidando sus fetiches,
sus costumbres y lenguaje,
recibió en paz el bautismo,
adoró a la Virgen Madre,
y al invicto paladín
rendía sus homenajes.
Mezcló con los castellanos
en lecho de amor, su sangre,
y juntos aran la tierra,
y unidos alzan hogares.
¡Dulce amanecer de un pueblo;
de patria nueva, celajes:
la conjunción de dos razas:
la fecunda obra del Arte!...
Y en Caparra, Juan de Ponce
al pie de extensos palmares,
levantó humilde villorrio
do los cristales morasen.
Y en un modesto bohío
con pífanos y timbales,
en rítmica y dulce nota,
cantóse el Regina Mater!