Ensueños
La tarde estaba, como el mar, tranquila.
Languidecía la extensión rosada
Y las nubes, en lenta retirada,
Se iban vistiendo de amarillo y lila.
Hablábamos de asuntos visionarios,
De fantasías de un país de Oriente,
Y, entre brumas y esplín, por nuestra mente
Pasaban fabulosos dromedarios..
¡Ensueños!... Y, en aquella dulce calma,
Yo era un sátiro vil de pierna briosa,
Y tú, una inverosímil mariposa
Toda fugacidad y toda alma.