Margaritas
Quise llegar á suspirada cumbre,
Y al escalar la apetecida altura,
Al par que la victoria, con su lumbre,
Me sorprende el dolor, con su negrura.
Vencedor en la lucha, no he vencido:
Ya mi entusiasmo juvenil ha muerto.
¡Mi hogar, mi humilde hogar, mi pobre nido
Hallaré triste, solitario y yerto!
¡Oh, tú! resumen de mi vida entera,
Objeto de mis puras alegrías!
¡Oh! mi dulce y honrada compañera,
Musa bendita de mejores días!
Juntos soñamos en unirnos luego
Y continuar tranquilos la existencia,
Pero el destino con buril de fuego,
Escribió irrevocable su sentencia.
Cuando partir me viste
A región extranjera,
Fué tu mirada, como nunca triste,
¡Ay! la mirada, para mí postrera!
Tu cuerpo al seno del sepulcro frío
Remedio fué á buscar á sus dolores;
Tu espíritu inmortal vive en el mío
Cual la esencia en el cáliz de las flores!
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Otra vez, otra vez bajo mi cielo
Volveré á respirar la brisa pura
De mi tierra gentil. ¿Y qué consuelo
Me brindará la patria en mi amargura,
Si no me aguardan tus amantes brazos,
Si no me estás tú para alumbrar mi vida,
Si siento el corazón hecho pedazos
Y tengo el alma para siempre herida?
¿Consuelo? Sí. Bajo el humilde techo
De nuestro pobre hogar, como legado
De aquel amor tranquilo y satisfecho
De las horas risueñas del pasado,
El ángel de mis sueños y delicias
Balbucear mi nombre en un arrullo;
Y al recibir, pagando sus caricias,
A bendecir le enseñaré yo el tuyo.
Tu espíritu, flotando en el ambiente,
Junto á los dos extenderá su sombra:
¡Tú no puedes estar para mí ausente,
Cuando mi labio con fervor te nombra!
Contigo aprendí a amar. Hacia lo bello
Mi alma se elevó siempre contigo;
Si hubo en mi mente celestial destello,
Ese destello germinó a tu abrigo.
Yo pensaba ofrecerte, amada mía,
El modesto laurel de mi victoria,
Y al inundar tu pecho de alegría
Disfrutar los placeres de la gloria;
E iré á llorar, con penas infinitas,
Las asechanzas de la vida incierta,
Renovando las mustias margaritas
En tu sepulcro, mi adorada muerta.
Mas no te digo adiós. . . . Y cuando gima
E invoqué a solas tu recuerdo santo,
Te hablaré en el lenguaje de la rima,
¡Ese lenguaje que adorabas tanto!