¡Muchachito!
Muchachito que vienes de la cuchilla,
muchachito moreno del seboruco,
muchachito, tú sabes de mi chiquilla,
de su vaquita negra, de su conuco.
Ven acá, muchachita de la montaña;
¿dime si palidecen sus labios rojos?....
¡Yo me acuerdo de ella, que en su cabaña
me quemaron las brasas de sus dos ojos!
Yo me acuerdo de todo; de su huertita:
berenjenas, tomates, col y repollo;
y de aquella mañana que en una dita
nos comimos un mundo de arroz con pollo.
Su pelo es perfumado como la albahaca.
¡Qué mucho le gustaba bailar un sei!
Y cuando me acostaba dentro de la hamaca
me tiraba piedritas desde el batey.
Yo no sé si el destino o el hado quiso
alejarme tan pronto de mi vecina;
dile que si se acuerda de aquellos guisos
que entre los dos hicimos en la cocina.
Ella me dijo chistes de sus hermanos,
bajo el palio esmeralda de un algarrobo,
y unos cuentos muy lindos de unos enanos
y unas cosas soberbias de Juan el Bobo.
Una noche romántica, chillaba el grillo,
yo me enfermé en la choza de su conuco,
y ella me dió una taza de guarapillo,
hecho de yerbabuena, ruda y saúco.
Muchachito moreno, cuídala y vela
por su linda hortaliza con ansia fiel,
por ser sus mejillitas cual la canela
y su boquita roja como un clavel.
Ella siempre será, todo lo alegra;
brincaba palizadas de alambre, malla,
para mudar de sitio la vaca negra,
el caballito “chongo”, la jaca baya.
Muchachito que vienes de la cuchilla,
muchachito moreno de seboruco,
cuando vuelvas le dices a mi chiquilla,
que el sol de mis afanes tan sólo brilla
en la casita pobre de su conuco.