Monense
Pie con pie pisábamos
en la luz extraña de noche
arena pirata, color espejo
entre las aguas cambiantes,
buscando las sendas anchas
de pesadas criaturas
marinas: estelas náufragas.
Anclábamos como borrachos
entre arrecifes rumorosos
y oscuridad que entraba
con olor de piedras
hasta las raíces de los ojos.
En esa hora más callada y blanca
te levantabas.
En las alturas de mariposas
allí estudiabas
vida verde de los pájaros.
Tú con tus ojos de risa y sueño
eres pájaro entre las ramas.
Ultima madrugada,
arribada final.
Llegó completa la paz.
La vimos llegar,
con la brisa de alborada
que sale del mar.
Subimos, tú y yo,
en ese avión que nos trajo el día.
Adiós barrio de amistades,
devuelto a la lejanía.
Qué mucha gente hay en el mundo
que no son ni tú, ni yo,
ni tortuga,
ni paloma,
ni pescador.
Y ahora, muerto de aire,
muerto familiar,
amaneceres monenses
no te pueden despertar.
Por un millón de agujeros
se te escapó el movimiento.
Eres aire de mediodía, sin respiraciones, sin viento,
sólo el vuelo de tus aves: sequía fragante.