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El Proyecto de la literatura puertorriqueña El Proyecto de la literatura puertorriqueña

El zapatito azul

Luis Llorens Torres

1922

Este era un azul zapatito,

que hallé una noche en la escalera

de un palacio todo encantado,

allá en un país de quimeras.

 

Cuántas veces me interrogué:

¿de quién será este zapatito . . . ?

¿de qué rosado y lindo pie? . . .

 

En un alcázar granadino,

de árabes torres y ajimez,

las odaliscas parecían

ungidas para Mahomet.

Vi sus sandalias, de brocados

de Bagdad y de Mequinez.

Y alcé mis ansias al profeta:

–por Alá, dime, Mahomet,

¿de quién será este zapatito?

¿de qué rosado y lindo pie?

 

Y era tan lindo y tan pequeño,

que el profeta dijo: No sé.

 

En una villa de Venecia,

los graves mármoles pisé.

A las duquesas venecianas

las áureas botas les besé.

 

Pasa la pompa del Gran Duque.

Y así al Gran Duque saludé:

—¿de quién será este zapatito?

¿de qué rosado y lindo pie? —

 

Y era tan lindo y tan pequeño

que el Gran Duque dijo: No sé.

 

París. Champaña. Bulevares.

Sonoridades de café.

Blancas sonrisas de cocotas.

Ondulaciones de minué.

Y en los dorados escenarios,

que fascinaron a Rubén

revoloteando como aves

los escarpines de satén.

–Por Paul Valeine, adivinadme,

sabio Rubén, mago Rubén:

¿de quién será este zapatito?

¿de qué rosado y lindo pie?

 

Y era tan lindo y tan pequeño,

que Rubén me dijo: No sé.

 

La Babilonia neoyorquina.

¡Oh, que lujoso cabaret!

Seguían mis ojos las pisadas

de un galopante baile inglés,

con que domaban los violines

el rubio coro de las girls.

Tras sorbos de aromado wiskey,

con Pierpont Morgan platiqué:

—¿de quién será este zapatito?

¿de qué rosado y lindo pie? —

 

Y era tan lindo y tan pequeño

que Morgan dijo: No sé.

 

Una tarde de nubes horras,

en la montaña me interné.

Tras un maizal, llegué a un bohío;

frente a la puerta me paré;

y a una criolla de mi tierra,

tímida flor, le pregunté:

—¿de quién será este zapatito?

¿de qué rosado y lindo pie? —

 

Ella encendióse en la amapola 

de su inocente sencillez.

Y cuando, herida por mis ojos,

batió sus faldas al correr,

vi un zapatito igual al mío

y vi desnudo el otro pie.

Derechos: Dominio público

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