La casa vacía
Vacía está la casa, en que dejado
Hube mi amor, cuando partiera, opreso;
Hoy me detuve ante el portal cerrado
Como una golondrina de regreso...
Me detuve y busqué con ansia loca
aquella novia, que al partir, llorando,
Besó mis ojos y besó mi boca,
Mientras yo sonreía sollozando...
Mientras yo sollozaba sonriendo
Para alivio al dolor de las espinas,
Para darle valor, que estaba viendo
Mi ilusión en cenizas, mi alma en ruinas...
Me detuve y miré; mas, pocos años
Que ha durado mi ausencia muda y fría,
Bastaron a engendrar mil desengaños,
Y hallé la casa de mi amor, vacía...
Dejadme sueños de mi ayer que hile
La madeja de seda del pasado;
Dejadme renovar aquel desfile
Frente a este mudo portalón cerrado...
La ventana está sola, la ventana
Donde colgué mi sonriente anhelo,
Aquella blanca y mística mañana
En que me dijo adiós con su pañuelo...
Ella; la que se fué, pero que aún vive
En la misma ciudad, —me digo, opreso,—
¿Por qué si ayer lloró, hoy no recibe
La misma golondrina de regreso...?
Soñé encontrarla al regresar, riendo,
Alegre el mudo corazón herido,
Nuestros besos buscándose, y sintiendo
Que la vieja ilusión volvía al nido...
Soñé que al regresar, la Primavera
De cada rama seca haría un retoño,
Mas, la casa está muda y lastimera
Como una mustia sensación de Otoño . . .
Está la novia aquí. Otra es la casa
Donde su hermosa juventud guarece . . .
Fiebre de engaño mi ilusión abrasa;
Para esta casa lóbrega, anochece . . .
Huiré de aquí, donde a buscar descanso
Llegó mi juventud como una amiga,
No es este techo el pródigo remanso
Que vislumbré cuando sentí fatiga . . .
La casa está vacía. El desencanto
Me recibió en su portalón cerrado;
Partí dejando en ella sangre y llanto;
Hoy desde que llegué, ¡cuánto he llorado!
Es la ilusión ferviente que conmigo
Alimentó esperanzas adoradas:
Un regreso triunfal, no el desabrigo
De estas puertas tan mudas y cerradas . . .
¡La quiero más que nunca! Mi tristeza
Se trocará al hallarla en alegría,
Que puede más su mística belleza
Que el gran dolor de la mansión vacía . . .
Quiere llegar donde ella mi alma ciega,
Como a una boca tibia un yerto beso,
O como al nido del alero llega
La tarda golondrina de regreso . . .