La noche más larga
Se notaba que mi sonrisa era falsa.
Que las lágrimas no eran por las alergias.
Que las ganas de no querer estar lucías regias.
A leguas, sin lupa, sin ropa, sin vergüenza.
Que se notara la sangre seca entre los rizos de mi cabeza.
¡Que se vea!
No color rojo pasión, sino color rojo viejo arteria.
Caminé por horas entre gente de fango,
que de mi piel solo notaban
las cicatrices que les daban asco.
Cuán viejos o nuevos eran mis zapatos,
Cuántos follower tengo en el Instagram
que no uso hace ya casi un año.
De 600 seguidores,
tengo amigos con los que no hablo.
Tengo gente que comparte mi apellido,
pero no logro recordar su fecha de cumpleaños.
Tengo todo lo que necesito para recordar
que realmente no tengo
todo aquello que me prometí hace 10 años,
hace 15, hace cinco.
Hace tres días atrás
me prometí no volver a tener sexo con extraños.
Hace dos días me mentí.
Hace unas horas traté de buscar ayuda,
y en siete cuadras me rendí.
Me amo, pero no me encuentro en el espejo,
no veo a la persona, no veo al monstruo,
no veo a la mujer que dicen ver los ojos ajenos.
Mi ego se avergüenza de lo que soy
y en los días malos se escapa para lejos.
El aire se estanca en mi garganta
pero mis pulmones continúan expandiendo.
La fuerza de mi cuerpo luchando por sobrevivir
me conmovió y no me dejó muchos remedios,
por eso...
En un acto de misericordia me abracé.
Sequé mis lágrimas en un acto de fe,
y me juré que todo estaría mejor mañana.
Sabiendo que eran mentiras mis promesas
me anestesié con una pastilla para las alergias,
y me regalé una sonrisa de esas falsas.
La voz chillona del silencio cada vez era más baja.
Logré sentir paz.
Mi tristeza, después de todo,
no parecía ser tan mala.
Ya no me dolía tanto la vida,
pero sí la herida de esta bala.