Papá
Yo que llegué aquí blanquita,
blanca la frente y las manos,
me he puesto negrita
como mi tatarabuela
que no conozco, pero no importa.
La blusa, el pantalón, la falda
blanca,
se ensuciaron en la fábrica
cuando limpiaba el oro
y los diamantes de graduación de medio kilate.
De tanto limpiar sucio se me fue por las manos
trepando hasta la cara,
bajando trabajoso hasta las piernas y ya no fueron blancas.
Mientras más pisaba la tierra descalza
más negros los pies y la frente;
lo que está dentro
de los pies
y la frente.
Acabé negrita,
Como me decía aquél de cariño
. . . ¿cómo estás, negra?
Pero, ¿y mis padres?
Allá está mi papá en la oficina,
acá mi mamá en la cocina,
de vez en cuando un viernes, una fiesta,
para vestirse de blanco
y no pensar en Papá.
Papá,
hasta los biznietos le dicen Papá.
Quemado de montaña y ganado,
manchado de plátano,
todavía usa sombrero de paja
(que antes de dejar la tienda
ya estaba terroso el blanco).
Papá todavía recuerda,
mi abuela un poco menos,
mis padres nada,
pero yo que llegué blanquita
ahora soy negra, como Papá.