Epanáfora del vacío
Después de la gran borrachera nocturna
vago calladamente bajo los altos árboles.
Las viejas cogedoras de café me observan sentenciosas,
con un ritmo temblón y chismoso.
Piensan que soy un torpe vago,
que me baño desnudo en el río,
y recibo una pensión del gobierno.
Como el tedio me invita,
vuelvo por tardes a la tienda cercana
y me emborracho viciosamente.
Luego por las mañanas un poco frías
vago otra vez bajo los altos árboles,
sin nada que decir, ni pensar, ni esperar…