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El Proyecto de la literatura puertorriqueña El Proyecto de la literatura puertorriqueña

El calvario de los bueyes

Rafael Camejo

1922

Pobres bueyes,

esos bueyes silenciosos

de las viejas carreteras,

con sus ojos lacrimosos

y sus profundas ojeras…

 

Bueyes viejos y dormidos,

bueyes sordos a los ruidos

de los autos vocingleros;

bueyes sordos y pacientes

que marchais indiferentes

al camino y al sembrado

y a los rojos mataderos.

Conductores del arado,

hércules de los senderos,

simbolismos del pasado,

reyes de los mataderos…

 

Pobres bueyes!

 

Ya la carne vieja y dura

de sus lomos no supura

bajo el hierro de las varas;

ya no gimen, ya no imploran,

pero mirad en sus caras

los dos ojos. Cómo lloran!

 

Pobres bueyes!

 

Esos bueyes silenciarios

que caminan solitarios

sobre el polvo y la maleza;

pobres bueyes silenciarios,

al mirar vuestros calvarios,

mi espíritu se hinca y reza.

 

Pobres bueyes!

 

Pobres bueyes. Caballeros

de la Orden santa y pura

del Silencio y el Destino.

En la plácida llanura, 

en el estrecho camino

y en los azules senderos,

sois el alma, sois la dura

expresión de los dolores,

de los negros sufrimientos,

de todos los sinsabores,

y de todos los tormentos!

 

Pobres bueyes!

 

Sois el alma blanca y fría

de alguna filosofía;

sois un precepto divino;

sois un viejo pergamino,

el final de un cuento trágico,

el negativo de un mágico

poder de sabiduría.

 

Pobres bueyes!

 

Rezad conmigo, almas buenas,

por las ánimas serenas,

por las ánimas sufridas,

por los cuerpos lacerados

de los bueyes olvidados

sobre el polvo y la maleza.

Rezad conmigo, rezad.

Mi espíritu se hinca y reza:

 

Señor! Tú, que eres bueno,

Tú, que eres santo

compadece a los bueyes que sufren tanto!

Ten piedad de sus carnes, buenas y duras,

de sus ojos serenos y lacrimosos.

Ten piedad de los bueyes, tan silenciosos,

y aliviales por siempre sus amarguras.

Ten piedad de los bueyes, tan silenciosos,

tan sufridos, tan nobles y cariñosos

Ten piedad de los bueyes, 

azotados sin tregua por el destino,

por la mano inclemente del campesino

que no entiende de códigos ni de leyes.

Oh Señor! Ten piedad de los bueyes,

ten piedad de los bueyes!

Derechos: Dominio público

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